En febrero del año 1492
hubo corridas de toros en El Vaticano. El 2 de enero de ese mismo año se
produjo la toma de Granada y la rendición de los moros.
El Romano Pontífice era
Inocencio VIII que celebró a lo grande este acontecimiento, hasta el punto de
celebrar tanto en la Plaza de San Pedro como en la Plaza Navona dos corridas de
toros. Una el día 1 de febrero y otra el día 5 del mismo mes.
El antecesor de Inocencio
VII fue Calixto III.
El sucesor de Inocencio
VII fue Alejandro VI.
Ambos, sucesor y
antecesor, eran de la familia española de los Borja, que cuando italianizaron
el nombre fueron conocidos como Los Borgia. Eran de la localidad valenciana de
Játiva.
El escudo familiar de los
Borgia tiene un toro que simbolizaba al dios egipcio Apis. Para los egipcios el
toro era considerado una bestia de espíritu superior, la representación más
pura de la virilidad y la fertilidad. Los Borgia lo tenían en su escudo porque
pensaban que en el residían fuerza y violencia, constancia y nobleza.
Alfonso Borja, que tomo
el nombre de Calixto III celebró también una corrida de toros en el Vaticano
con motivo de la canonización de su paisano San Vicente Ferrer en el año 1455.
Rodrigo Borja o Borgia
tomo el nombre de Alejandro VI y durante su pontificado que fue de 1492 a 1503
se celebraron varias corridas de toros en El Vaticano. Incluso se dice que el
Papa banderilleaba a los astados como muestra el grabado que ilustra el
artículo.
Fue un Papa de vida
disoluta. Al parecer de su relación con Vannozza Catanei nacieron varios hijos,
entre otros César y Lucrecia. César fue nombrado por su padre Obispo de
Pamplona a los 16 años y dicen que en él se inspiró Maquiavelo para escribir
“El Príncipe”.
Lucrecia fue acusada de
mantener relaciones incestuosas con su propio padre e incluso con se hermano
César. Pero esa es la polémica historia de los Borgia y debemos hablar de
toros.
Cuentan las crónicas que
en una de esas corridas murieron dos hombres. Pero quien destacaba como
lidiador era César, el hijo del Papa.
La corrida más célebre y
de la que más se ha escrito es la celebrada el 24 de junio de 1500 detrás de la
Basílica de San Pedro.
Algunas crónicas dicen
que “se enfrentó a pie con un trapo y una espada corta a cinco toros, llegando
a separar la cabeza de uno de un solo golpe”.
Mario Puzo en una nóvela
recoge lo siguiente:
“El hijo del Papa entró
en el recinto montado en un majestuoso corcel blanco y, con una lanza como
única arma, se enfrentó a los toros uno a uno. Los cinco primeros no tardaron
en morir atravesados por la lanza de César. El sexto toro era un poderoso
animal del color del ébano, más rápido y musculoso que los cinco anteriores.
César cambió la lanza por una poderosa espada de doble filo y, reuniendo todas
sus fuerzas, separó la cabeza astada del cuerpo del toro de un solo golpe”.
León X, sucesor de
Alejandro VI también celebró toros en la antigua Plaza de San Pedro. Recordemos
que la actual fue construida con posterioridad. Este Papa incluso llegó a
costear los trajes de los toreros. Esta corrida tuvo lugar el lunes de carnaval
de 1519.
Pablo III, el Papa que
convocó el Concilio de Trento , celebró otra corrida de toros para celebrar la
boda de Octavio Farnese con Margarita de Parma, hija natural de Carlos V.
La relación del Vaticano
con los toros da un giro radical cuando llega al Pontificado el Papa San Pio V.
Como curiosidad, el día
que fue elegido le invitaron a ponerse las vestiduras de color morado que hasta
entonces habían caracterizado a los Pontífices, pero él dijo que no se quería
quitar el hábito blanco de los dominicos, y este es el motivo por el que desde
entonces los Papas visten de blanco.
El 1 de noviembre de 1567
publicó la Bula “De Salute Gregis Dominici” en la que prohibía la celebración
de corridas de toros y decretaba la pena de excomunión a quien participase en
corridas de toros. Además, negaba la sepultura eclesiástica a quien muriera por
participar en corridas de toros.
Desde ese momento se
produce un parón de las corridas de toros en Italia, aunque algunas se van
celebrando.
En el siglo pasado , el
11 de mayo de 1923 se celebra una corrida de toros en el Estadio Olímpico de
Roma. El diestro Francisco López “Parejito” lidió la corrida a la que asistieron
20.000 personas. Mussolini y varios ministros también asistieron y el diestro
regaló su espada a Mussolini.
Tan impresionado quedó
Mussolini que el año siguiente organizó una corrida para recaudar fondos. En
esta ocasión fueron dos toreros de Eibar y Albacete los lidiadores. Pedro
Basauri “Pedrucho de Eibar” y Rafeal Rubio “Rodalito”. Los toros eran de
Albaserrada.
A esa corrida llegaron a
asistir 50.000 personas.
Además de en El Vaticano
y Roma se celebraron corridas en Nápoles y Venecia.
/// El Pespunte. Manolo Fernández Leal
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