Clase, disposición y
bravura.
Tercer y último festejo del Certamen de Escuelas Taurinas que por segundo año consecutivo organizó la Diputación de Valencia en la plaza de la capital levantina. Un éxito en todos los sentidos. Gran afluencia de público, buenos novillos y entregados novilleros.
Tercer y último festejo del Certamen de Escuelas Taurinas que por segundo año consecutivo organizó la Diputación de Valencia en la plaza de la capital levantina. Un éxito en todos los sentidos. Gran afluencia de público, buenos novillos y entregados novilleros.
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En esta
tercera función que cerraba el ciclo, tampoco salió nadie decepcionado. José
Cruz soltó una interesante novillada con un último ejemplar bravo y exigente.
Los chavales dieron la cara, y, de entre ellos, Polope evidenció que posee una
clase innata para torear que le puede llevar lejos.
Abrió la
tarde un eral de excelente presentación y noble pero al límite de las fuerzas,
lo que condicionó el desarrollo del intento de faena de Álvaro Martín,
que apenas tuvo opciones de mostrar su concepto. Aun así, el madrileño dejó atisbar
que su tauromaquia se basa en los cánones clásicos del toreo y que en sus hay
formas hay torería y regusto.
Arturo
Gilio esperó
a su antagonista en la puerta de chiqueros para recibirlo de pie con el capote
a la espalda. Hubo gaoneras y saltilleras en su recibo y en la réplica a un
cadencioso quite de su compañero Polope. De rodillas inició su quehacer en una
primera serie en la que recetó dos pases cambiados y una talavantina, todo sin
levantarse, y luego, ya en pie, su labor tuvo variedad, vistosidad, frescura,
chispa y clarividencia. Lástima que el mejicano tardó en acertar con el
estoque.
Despaciosidad,
asentamiento, mimo, temple, gusto, elegancia, empaque… de todo ello hubo en la
faena de Miguel Polope, que sorteó un novillo con las fueras bajo mínimos
que no permitía el sometimiento ni la ligazón porque de inmediato doblaba las
manos. El valenciano lo intentó dándole sitio al principio y recortando
distancias más tarde para acabar robándole un puñado de muletazos de indudable
mérito y bella factura.
Antonio
Magaña evidenció
estar todavía escaso de recursos, una lógica bisoñez que suplió con la mejor
actitud, la de la incuestionable disposición y la de la voluntad a toda costa.
El mexicano no escatimó esfuerzos y lo puso todo de su parte hasta firmar
varios pasajes de notoria ejecución.
El quinto
de la tarde tuvo una movilidad incómoda que Nino aprovechó en
un tercio de banderillas vibrante y vistoso pero que le puso en aprietos en el
desarrollo de su labor de muleta. El de Nimes tuvo que lidiar las desiguales y,
por momentos, violentas embestidas del animal que en muchas ocasiones protestó
y arrolló. Faena un tanto eléctrica muy dispuesta y entregada.
Cerró
festejo un novillo bravo y muy exigente que pidió el carnet a José
Pirela, quien nunca se arredró ante las dificultades muleteando con
determinación y asentamiento a pesar de que sufrió una fea voltereta. Labor
emocionante por encima de su pulcritud, lo que no fue poco atendiendo a las
complicaciones que le creó al de Colmenar Viejo la pegajosa repetición de las
embestidas del animal.
Ficha del
festejo:
21 de
julio de 2018. 3ª y última del II Certamen de Escuelas Taurinas organizado por
la Diputación de Valencia. Plaza de toros de Valencia, casi media entrada.
Novillos de José Cruz, nobles y manejables en conjunto. Sobresalieron 2º, 4º y
6º, premiado con la vuelta al ruedo.
Álvaro
Martín (de
Madrid): silencio.
Arturo
Gilio (de
México): oreja.
Miguel Polope (de
Valencia): oreja.
Antonio
Magaña (de
México): silencio.
Nino (de Nimes): oreja.
José
Pirela (de
Colmenar Viejo: oreja.
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