Madrid,
9 jul Javier López. (EFE).- El diestro venezolano Jesús Enrique Colombo volvió
a "tocar pelo" en Madrid, premio, esta vez, granjeado gracias a la
gran estocada con la que despenó al sexto utrero de una buena e interesante
novillada de Fernando Pena, hoy en Las Ventas.
EL VALOR DE LA SUERTE
SUPREMA
Empezaba
la tarde en Las Ventas con la preocupante noticia del feo "tabacazo"
que había cobrado Pablo Saugar, Pirri, en Pamplona. No están los tiempos para
bromas en el toreo, y cualquier rumor sobre una grave cornada hace saltar todas
las alarmas. Sensibilidad a flor de piel, más todavía cuando se hoy se cumple
un año exacto de la muerte de Víctor Barrio en Teruel.
Hubo
minuto de silencio en su recuerdo, aunque alguno siga pretendiendo que estos
homenajes deben durar 30 o 40 segundos a lo sumo. ¿No hay una norma reciente
que advierte que los tendidos deben mantenerse callados hasta que el presidente
no retire el pañuelo del palco? Alguien debería tomar medidas al respecto con
este asunto, que no es nuevo.
Luego
la tarde tuvo algunos momentos de interés, especialmente por parte de los
novillos de Fernando Peña, que lidió un nobilísimo encierro, con, al menos,
cuatro de los seis utreros dejándose, y mucho, con los de luces, aunque otro
cantar fue que pudieran o supieran aprovecharlos debidamente.
El
que sí estuvo a la altura fue el venezolano Jesús Enrique Colombo, que, con el
peor lote, logró una oreja del que cerró plaza, gracias, sobre todo, a la gran
estocada final, pues la faena en sí, sobre los mimbres del oficio y la actitud,
no fue tampoco nada del otro mundo, sobre todo porque el utrero, que apuntó
calidad, se quebró de atrás en las probaturas con la muleta.
El
secreto fue que Colombo no desistió nunca, y así, a base de tesón, logró
entonados momentos dentro de una labor que hasta el momento del espadazo final
no había acabado de despegar.
Su
primero, con el que brilló en un tercio de banderillas pleno de facultades, fue
el garbanzo negro del envío al llegar prácticamente desfondado al último
tercio. Colombo anduvo firme, seguro y con oficio para, al menos, justificarse.
Santa
Claros dejó pinceladas ante su primero, novillo al que le faltó entrega en sus
nobles acometidas, pero que dejó estar al malagueño, que, sin embargo, anduvo
entre altibajos.
Intercaló
algunos muy buenos por el derecho, con otros menos pulcros y tropezados ante un
utrero que nunca cesó de embestir, de ahí las palmas que recibió en el
arrastre, por el silencio que obtuvo el novillero.
El
cuarto, más feote y acapachado, también tuvo clase en sus tardos y humillados
viajes. Santana volvió a mostrar destellos del "pellizco" que posee, más
a la faena, como a su primera, le faltó asentamiento. Quizás con más rodaje,
cuando vaya cogiendo experiencia, este novillero pueda alcanzar sus metas, pues
guarda dentro el toreo bueno.
Crespo
saludó con unas templadas y encajadas verónicas a su primero, que colocó la
cara de maravilla en los percales. Cumplió también en el caballo, galopó en
banderillas y desarrolló buen estilo en el último tercio, yendo por abajo y muy
templado, aunque faltara un punto de transmisión.
El
joven portuense, sin embargo, no acabó de aprovecharlo debidamente. Hubo alguna
cosa buena aislada, pero al conjunto le faltó poso y convicción para clavar las
zapatillas en la arena y ligar una serie en condiciones. La frialdad con la que
el tendido siguió el trasteo lo dice todo.
Al
quinto, que se movió también, le faltó descolgar algo más, también porque
Crespo no acertó a bajarle la mano ni dominar la situación, todo lo contrario,
la sensación fue que anduvo demasiado ligero, precavido y sin pisar del todo el
acelerador.
FICHA DEL FESTEJO.-
Novillos
de Fernando Peña, serios aunque con desigualdades de hechuras y arboladuras,
nobles y "dejándose" la gran mayoría. La excepción fue el tercero,
que llegó muy parado a la muleta, y el sexto, que se quebró en las probaturas
de la faena. Destacaron los dos primeros, ovacionados ambos en el arrastre.
Santana Claros, de verde manzana y
oro: pinchazo y estocada arriba (silencio); y tres pinchazos y otro hondo
(silencio tras aviso).
Daniel Crespo, de verde aceituna y
oro: estocada desprendida y dos descabellos (silencio); y dos pinchazos, media
atravesada y dos descabellos (silencio tras aviso).
Jesús Enrique
Colombo,
de añil y oro: estocada trasera y caída (palmas); y gran estocada (oreja).
Al
finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Víctor
Barrio, justo el día en el que se cumple un año de su trágica muerte en la
plaza de toros de Teruel.
La
plaza registró un quinto de entrada en tarde de calor soportable. EFE
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