(Especial).- César Dao Colina. Conmoción indescriptible entre la afición taurina...ayer, martes, cuando la tarde rondaba las tres y media alguito adelantada y Bernardo Valencia barría las hojas del patio en su apacible estancia ubicada en El Roble para luego tomar un descanso en su cama, un infarto masivo se agazapaba, como los toros mansos y orientados para llevarse, de un sólo tajo, la vida de un torero valiente, ejemplo de disciplina por su profesión. Un hombre que vestido de calle como de luces su norte fue la Fiesta Brava de donde se hizo famoso y rico.
Sí, se llamaba Yimmer Trossel Esteves, bautizado como Bernardo Valencia por el decano Raúl Albert y de cuyos primigenios pasos conocimos muy de cerca, como siempre solía expresarlo, a la prensa y entre tertulias taurinas.
Bernardo, proyectó la fiesta de los toros hasta en el más apartado rincón de la geografía nacional, el triunfo era su constante y con sus maneras heterodoxas de interpretar el Toreo arremolinaba de emociones interminables las localidades populares; otra vez, de nuevo, el mes de octubre, se comporta fatídico para la torería criolla -antes, fue con César Girón Díaz- y, ahora, hizo hilo en contra de Bernardo, pero con doble partida en mala jugada, pues el pasado 11 celebró sus 59 años de edad y el 18 lo "descumple" porque, desde ese momento, desde ese 18, se le recordará en su fecha gris e inmerecida porque hubiésemos querido que un toro lo partiera en seis de una seca cornada -mucho más dura de las que recibió en su trajinar incansable- en una plaza torerísima cuando el sol rejoneara las embestidas entre los destellos de su vestido torero...el verde esmeralda, el verde manzana, el azul pavo o el grana y oro...pero no en su merecido descanso luego de tanto batallar entre sudores de carreteras, aviones y caminatas, y menos cuando seguía entrenando, desde las cinco de la mañana, como un muchacho lleno de ilusiones y sin un bolívar en el bolsillo, como lo llegamos a ver vestido de corto, con el saco, el paltó de un flux acomodado como chaquetilla en Arenas de Valencia al lado de Manolito Rodríguez Sánchez, Freddy Girón, Freddy Álvarez y entretanto, su padre, "El Quemao", le pegaba vocinazos desde el callejón. ¿Te acuerdas Monseñor Pérez?.
*Pero esto es así. ¿Cómo?... pues, así!
Estamos redactando esta nota y, no lo creemos todavía; desde donde me encuentro "Ber", ¡vivan tus cojones y tu valentía!, luego, cuando repose esta emoción turbada entre la noticia y la distancia, escribiremos sobre tu largo y corto paso por el planeta tierra.
Ahora, me quedan rielando -como decía Rilke- todas aquellas fotos, anécdotas, tentaderos, cuitas como las horas de miedo y angustias recogidas con la media verónica de tu gesto cuando me regalaste la última oreja que le cortaste al último toro de tu despedida el 13 de noviembre en la pasada feria de tu tierra, día de Nuestra Santa Patrona Virgen del Socorro, de quien espero te eche un quite providencial a la hora del Juicio Final.
Comenzó, desde ayer, amigo, el paseíllo de la ruta desconocida para Bernardo Valencia...
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