***Pese a que mucho se habla y presume de la grandeza de miras de la que, supuestamente, se goza en estos nuevos tiempos, la realidad, a poco que se rasque y escarbe un poco, confirma una situación bien distinta.
***A pesar de los cientos de miles de sitios y páginas dedicadas a la tauromaquia, las redes sociales no consienten en mostrar una imagen en la que se vea un toro embistiendo
Por. Paco Delgado.
La clase política, en general, -aunque la nuestra, de un tiempo a esa parte con alguna rara excepción que confirma la regla, es especialmente impresentable y de vergüenza ajena- se jacta de haber logrado que la sociedad actual disfruta de unas cuotas de libertad como nunca antes la humanidad había ni siquiera soñado.
No sé si será
verdad eso que se cuenta de un grupo selecto de personalidades de muy amplio
espectro y distintas nacionalidades y enfoques, que, en la sombra y de manera
clandestina, maneja los hilos de estados y gobiernos de este mundo que nos ha
tocado vivir. Pero, de eso no cabe duda, existe un hilo conductor que hace que en
todas partes, y en todos los idiomas, el talante y patrón de comportamiento de
nuestros dirigentes sea sospechosamente parecido.
Se nos vende, con amplísimo despliegue de medios, que no hay límites, dentro de un orden, para nuestra fantasía y posibilidades; sin embargo ya se han encargado de introducir, sin que apenas nadie se haya ido dando cuenta hasta que ha sido demasiado tarde, un factor limitador de todo cuanto antes se había ofrecido y prometido: lo políticamente correcto. Un argumento que se aplica a prácticamente todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, laboral, afectiva y, en general, todos los ámbitos de nuestra existencia.
Como Dios puso a disposición de Adán y Eva un paraíso con una única condición,
a nosotros nos lo ofrecen todo, en pura teoría, con la sola limitación de no
traspasar los por otra parte -y aunque no lo parezca- férreos y estrictos
límites de lo que alguien ha decidido que está bien
Y en un mundo en el que internet ha eliminado distancias y fronteras, se hace especialmente diáfano y patente.
Censura
Las redes sociales, por ejemplo, tan en boga y utilizadas, demuestran a cada momento esta tiranía del pensamiento único y parece como si un Gran Hermano vigilase a cada segundo qué se puede ver, cómo y dónde. Y qué no.
En Facebook, por ejemplo, y por hablar de los últimos disgustos, se censura abiertamente el tema taurino. Y eso que en ese servicio de redes y medios sociales que inventó y desarrolló el avispado Mark Zuckerberg existen cientos de miles de páginas y perfiles taurinos. Que mueven millones de visitas y accesos a cada instante, con lo que eso supone de negocio. Pues nada, en cuanto subes una foto en la que aparece un toro aunque sólo sea con la divisa a la vista, ya está: la tapan. Que puede herir la sensibilidad de algunas personas, dicen. Como si quien accediese a dichos sitios no fuesen aficionados o gente que sabe lo que pasa en el ruedo. Ni por esas. Fotos de toreros -sin torear-, plazas y etcéteras pasan, pero no se puede colgar una imagen en la que se vea un puyazo, una banderilla o una voltereta.
Llama todo ello más la atención cuando ves que, en esa misma plataforma, y muy a la vista, se pueden contemplar, sin ningún filtro ni control, imágenes o vídeos muy subiditos de tono o, directamente, pornográficos: ahora se han puesto de moda lo que ellos llaman “challenges” en los que chicas, señoritas y hasta matronas
entradas en carnes y años, se quitan en público su ropa interior y muestran sus
carnes al aire en supermercados, parques o en la calle, a la vista de todos y en las poses más obscenas posibles. Para eso
no hay censura.
La dictadura de lo hipócrita está en pleno apogeo y cada día nos hace un poco más idiotas.
/// Avance Taurino. Nº 124 - 25 octubre 2022
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