lunes, junio 21, 2021

ESPAÑA. Las grandes firmas principios siglo XX consolidan la crónica taurina


Historia de la prensa taurina desde finales del XVIII a nuestros días

(Capítulo III)

Pasan los años y la fiebre periodística taurina decrece tanto en Madrid como en el resto de España. Lo cierto es que la actividad taurina iba ya siendo reflejada en la prensa diaria, en los periódicos de información general, en los que la información taurina ya comenzaba a tratarse diariamente con tanta importancia como cualquier otra materia. Es esta época, finales del siglo XIX y principios del  XX, en la que la Historia del Periodismo español marca una nueva etapa, pues se pasa del “periodismo ideológico y de Opinión” a lo que  entendemos actualmente como “periodismo de información”. Como es natural las revistas especializadas de tema taurino están ya sobradamente consolidadas en el mercado, con un público acérrimo que buscaba en este tipo de prensa especializada su información predilecta.

 Esta es la época también en la que proliferan otro tipo de revistas especializadas, literarias o de poesía, las revistas de moda y costumbres, el antecedente de la “prensa rosa o del corazón”, que en España, a diferencia con otros países (Inglaterra o Francia), salió fuera de los periódicos diarios y siempre tuvieron su propia independencia como medio de comunicación y género periodístico propio.

Ya desde el primer tercio del siglo XIX surgen grandes firmas taurinas que picotean no sólo en las columnas de los periódicos diarios sino también en las revistas y semanarios taurinos que comenzaron a proliferar. Este es el caso de escritores como Santos López Peregrín conocido por su seudónimo “Abenamar”, coetáneo del gran torero de Chiclana  Francisco Montes “Paquiro”, que como saben reinventó la Fiesta de los Toros para la modernidad. “Abenamar” escribió en El Mundo (hacia 1836), El Correo Nacional (1838) y sobre todo fue el redactor de “La Tauromaquia” del celebre Paquiro. A “Abenamar” se debe haber sentado las bases de la crónica taurina moderna. También sonaba en aquellos años Serafín Estébanez Calderón alias “El Solitario” que escribía en El Corresponsal. Pero la principal figura periodística del momento fue el célebre Mariano de Cavia  que firmaba con el seudónimo de  “Sobaquillo”. Fue sin duda un escritor agudo, culto y de sólida pluma. Cultivó la sátira y el chiste de manera paralela con los toros y la política, y mezclaba así los dos temas que tan de la mano han ido siempre en la historia de esta España nuestra. Escribió mucho en las revistas taurinas y en “El Imparcial” especialmente, periódico en el que gozaba de gran reputación.

A estos interesantes años corresponden firmas como las de José de Laserna alias “Aficiones”, Eduardo de Palacio “Sentimientos”, que escribía sus crónicas taurinas en caló, con una gracia, un desparpajo y  espíritu burlón que hacia las delicias de sus lectores, que esperaban con ansiedad la salida de sus crónicas.

Una concepción nueva de la revista taurina la implantó un ingenioso revistero taurino que firmaba con el seudónimo de “Don Modesto”, de nombre José de la Loma y Milego, que se hizo célebre desde las columnas del diario El Liberal hacia 1890, por la manera tan personal con que enfocaba sus crónicas taurinas. Esta etapa periodística en España, coincide con el movimiento impresionista en Europa y sin duda esta tendencia artística influyó en la manera de concebir el periodismo, pues Don Modesto hacía unas crónicas taurinas absolutamente “impresionistas”, escogiendo para ello los momentos más expresivos del suceso en sus relatos, con anécdotas, detalles y amenidades que daban a sus escritos una expresión personal extraordinaria. Los toreros que esos días ocupaban las páginas de periódicos y revistas eran  Ricardo Torres “Bombita” y el cordobés Machaquito, por la rivalidad que existió entre ellos en los ruedos, y luego entre Bombita y Gallito, rivalidad de la que salió victorioso siempre el diestro del Gelves que prácticamente retiró de los ruedos al de Tomares.

 A Don Modesto se deben multitud de frases graciosas y los apodos ingeniosos que les caían a los toreros en sus crónicas “hiperbólicas”. Llamaba “Papa” del toreo a Ricardo Torres Bombita, “Cardenal secretario” a Machaquito, “Papa negro” al padre de los Bienvenida, “Emperador” a Joselito y “Recomendado” a Guerrita, y otras  veces al Califa de CórdobaMozo de espada” del torero de Gelves. Puso de moda el “ascensor” (una novedad en aquellos años) de la casa de Vicente Pastor. Estuvo escribiendo hasta 1915 con el advenimiento de Joselito y Belmonte.

Alejandro Pérez Lugín firmaba con el seudónimo de “Don Pío”, y hacía sus crónicas en La Tribuna. Al ser un apasionado “gallista” chocaba con frecuencia con los gustos de su oponente periodístico “Don Modesto”, creándose gran rivalidad entre los  periódicos en los que ambos periodistas trabajaban. Esta rivalidad era seguida con pasión por los lectores y hacía que las ventas de ambos diarios subieran como la espuma. “Don Pío” hacía unas crónicas absolutamente “hiperbólicas” utilizando palabras y frases gallegas (siendo como era  más madrileño que “Cascorro”), que resultaban muy graciosas al ser utilizadas para comentar hechos taurinos. Todos pensaban que era paisano del célebre torero gallego “Celita” por sus celebres vocablos: “Ey carballeira” y “Arrengote lemo”. Hay que decir que Alejandro Pérez Lugín era sordo como una tapia, gordo y barbudo, licenciado en Derecho e incluso comenzó a ejercer de este oficio como fiscal acusador municipal hasta que comprendió que no era ese su oficio sino el de periodista. Cronista ameno, desenvuelto y fácil, “gallista” hasta la enfermedad, tanto que sus artículos defendiendo el magistral toreo de Rafael y José levantaron continuas polémicas con “Don Modesto” de El Imparcial,  que a la postre beneficiaron a la Fiesta y a los periódicos para los que ambos revisteros trabajaban. Escribió famosas novelas que lo cubrieron de gloria y de billetes: “La Casa de Troya”, “Currito de la Cruz”, novela ésta última de tanto éxito que el Ayuntamiento de Sevilla le nombró hijo adoptivo de la ciudad. Escribió su famoso “Ki-ki-ri-kí”, canto dedicado a Rafael El Gallo y él fue el que bautizó al genial torero sevillano con el apelativo de “Divino calvo”.  Pasó por la redacción de muchos periódicos: El Pensamiento Galaico, El Globo, El Correo, El Mundo, España Nueva, La Mañana, La Tribuna, Hoy, La Libertad, El Liberal, Heraldo de Madrid y El Debate, siempre como periodista taurino, con crónicas repletas de gracia y humorismo que eran el deleite de sus lectores.

Periodista de fama fue Enrique Quirós “Rubores” a quien el maestro Marquina le dedicó su famoso pasodoble “Rubores”. Era capitán de Infantería aunque se dedicó al periodismo escribiendo de toros en La Correspondencia Militar y en El Radical. Fundó y dirigió varios semanarios taurinos en Madrid.

Antonio Asenjo “Niscuito” fue otro revistero madrileño de gran éxito. Fue también autor teatral pues estrenó cerca de un centenar de sainetes y comedias en la capital de España. Terminó sus días como director de la Hemeroteca Municipal de Madrid. Su principal ocupación profesional y la que le dio fama y prestigio, fue como cronista taurino del diario El País.

Otro periodista taurino de importancia en esos años fue Manuel Serrano García Vao “Dulzuras”, seudónimo que se puso porque desde muy joven y durante bastantes años trabajo como aprendiz y dependiente en una confitería de Madrid. Trabajó en la redacción de El Enano. Compró el semanario taurino El Tío Jindama y en 1903 Suárez de Figueroa se lo llevó al Diario Universal donde adquirió gran prestigio durante un lustro. De ahí pasó a El Mundo y más tarde entró en ABC donde permaneció hasta su muerte. Dirigió la revista Los Toros que durante 1909 y 1910 cautivó a los aficionados, llevando también las secciones taurinas de Blanco y Negro y Actualidades, ambas publicaciones de la empresa Prensa Española. Comenzó a escribir el anuario estadístico famoso Toros y Toreros, que a su muerte continuaron “Recortes” (Bruno del Amo), “Marcelo” (Marcelino Alvarez), “Uno al Sesgo” (Tomás Orts), “Don Ventura” (Ventura Bagües) y en su última época “Don Luis” (Luis Uriarte). Era partidario de Bombita y Machaquito, y tan trabajador incansable que acabo loco en el manicomio.

Hay dos periodistas  taurinos que eran militares también y que en el 36 murieron fusilados en Paracuellos del Jarama: Fernando Sillis “Claridades” y José Casado Pardo “Don Pepe”.  “Claridades” fue un “belmontista” empedernido y claro defensor del toreo del cordobés Machaquito. Escribió en El Mundo y era periodista de recio temperamento, muy polemista al no tener pelos en la lengua para expresar sus sentimientos y opiniones. Escribió el libro “Machaquito, el torero de la emoción” que puso en armas a los seguidores de Vicente Pastor. Le gustaba y sabía torear, cosa que hacía en Festivales y tentaderos. 

“Don Pepe” se hizo muy popular en las columnas del diario El Debate  y El Día, y en las revistas ilustradas Arte Taurino y Palmas y Pitos está última fundada por él junto al caricaturista Karicato. Fundó el periódico taurino El Toro. Era vallisoletano y escribió varias obras teatrales y algunas zarzuelas de éxito como “El Soldado de Cuota”.

Eduardo Muñoz “N.N.”, sustituyó en El Imparcial a Mariano de Cavia “Sobaquillo”. Fue formidable escritor y periodista madrileño de adopción, se le consideraba cordobés, pero en realidad nació en Jaén. Trabajó como jefe de la sección taurina en El Globo donde firmaba con el seudónimo de “El Chiquito”. Periodista muy documentado, fue muy conocedor del mundo del toro y sentía especial predilección por los toreros de Córdoba. En cierta ocasión estuvo a punto de matar de un tiro en la cabeza al torero Vicente Pastor en el transcurso de una cacería. Tanto susto pasó por el incidente que le prometió al torero no hablar mal de él nunca más aunque sus actuaciones fueran  desastrosas en las plazas.

A su muerte le sucedió en El Imparcial el periodista Joaquín López-Barbadillo y González–Hontoria, que era nacido en Sanlúcar de Barrameda y firmaba sus crónicas con su nombre y sus cuatro apabullantes  apellidos. Escribía unas crónicas taurinas brillantísimas y reveladoras de conocer a fondo el toreo en sus distintas manifestaciones.  Hombre jovial y dicharachero murió muy joven y su muerte fue muy sentida ya que su estilo literario estaba marcando ya la modernidad de la crónica taurina. En estos años en La Correspondencia de España aparece la firma brillante de “Tinito” seudónimo de Agustín R. Bonat hombre simpático, algo obeso, de buen color, bigote espeso de guías hacia arriba, muy de moda en 1900. Fue escritor ingenioso que comenzó en El Globo pasando después al Nuevo Mundo. Sus crónicas eran magistrales y han quedado para siempre en El Imparcial, La Acción y Diario Universal.

Por último, no podemos olvidar a Ángel Caamaño “El Barquero” del Heraldo de Madrid. Dirigió la revista El Toreo Cómico (1888) que fue donde empezó su carrera. Pasó por El Enano. En su primera juventud tuvo varias profesiones  en las artes gráficas, aunque quiso ser actor y torero (con el sobrenombre de El Conejo), pero fracasó en ambos oficios. Escribió numerosas obras de teatro, algunas de mucho éxito pero donde conoció el éxito fue en su estafeta taurina de  El Heraldo. Correcto y fácil versificador,  dejó una gran estela de periodista y escritor. No podemos terminar esta época sin citar al menos a los críticos: el Tío Campanita, Uno al Sesgo, Corinto y Oro, Curro Castañares, Ginés Carrión, Don Ventura, Don Criterio y Don Quijote, que formaron una brillante pléyade de periodistas taurinos en el primer cuarto del siglo XX español. Continuará… 

Fuente. /// http://rafazubi52.blogspot.com/ “Larga Cordobesa” 

 

 

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