“Un toro no es un camarero”, dejó dicho el marqués
de Albaserrada
www.abc.es / Rosario Pérez Caín contra Abel, «Patoso» contra Robleño.
¡Cómo se las hizo pasar el toro que estrenaba el ciclo Albaserrada! Aquel
cárdeno de 514 kilos, con pinta de rata, sabía más que los ratones colorados: o
se revolvía rápido de modo tobillero o lanzaba derrotes al pecho. Como en la
hora final. Hasta un matador curtido en mil batallas como el madrileño sufrió
un calvario. Ya lo advirtió antaño el marqués
de Albaserrada: «Un toro no es un camarero», dijo cuando le
preguntaron si era capaz de criar un animal que sirviera al torero. Carmelo López recordó
aquella frase, que se hizo patente pronto, nada más salir el primer Escolar.
Y
así, con distintos matices dentro de la desigualdad, hasta que se arrastró el
sexto. Allí nadie comía
pipas: menuda ruina para los vendedores. Y para los de las
almendras, «fruto seco de moda en las plazas», puntualizó uno que se las zampa
a dos carrillos cada tarde, pero ayer no podía ni sacarlas del cartucho.
Temblaban las manos con aquellas embestidas de pedernal de los grises, entre
las dos aguas del genio y la casta, con constante peligro. Qué merito tuvieron
los hombres de oro y plata (prodigiosa la lidia de Iván García y sus
pares junto a los de Fernando
Sánchez). «Esta gente merece más oportunidades», reivindicó un
abonado.
Santiago Abascal se levantó de su
burladero para aplaudir a los valientes: «Es emocionante ver su hambre de
triunfo», comentó en el micrófono de Cuberta. Y valoró la capacidad de la terna
para sobreponerse al difícil encierro y al dios Eolo. «No sé cómo han salido
vivos, con la corrida apretando y este viento. Han estado fenomenal», reconoció
el ganadero, José
Escolar. Mientras ondeaban los avíos, uno mentó a Puigdemont:
No
hubo un solo camino de rosas en una corrida de otra época: «¡Gracias, ganadero!»,
gritó alguien ante el vendaval de emociones. «No nos hemos aburrido», señaló un
aficionado. «No me venga con ese cuento», respondió otro. «Pues a mí me ha encantado
la tarde, de muchos detalles», continuó la tertulia. Distintas opiniones y una
verdad: la ruina para el de las pipas.
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