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/ Juangui Palacio. El agua
cayó sobre Cañaveralejo desde antes de que se iniciara la primera corrida de la
temporada hasta que se arrastró el sexto. En realidad dejó de llover antes de
que se corriera el tercer toro, pero otra lluvia, invisible y maligna, siguió
cayendo sobre el espectáculo sin que nadie fuera capaz de controlar la fuga y
detener la inundación.
El caballo que montó la amazona en el despeje
intuía la maldición: esquivó el mapa de América de aserrín que habían dibujado
los monosabios en la arena para secar el humedal y tomó el rumbo de la costa
atlántica para no mojarse.
Padilla, el pirata, experto en desembarcar en aguas
torrenciales, no fue capaz de dominar la marea que se le vino encima. El ruedo,
convertido en lodazal, lo llenó de precauciones. Tantas que no quiso poner
banderillas.
Llevó al toro con gusto en algunas series, pero siempre
medió un río como el Cauca entre él y el toro. Sobredosis de pico de la muleta,
rematando siempre hacia afuera. Era un pirata ascético, educado y pulcro. Solo
fue un remedo de corsario cuando se puso de rodillas y se untó de tierra fértil
y agua de farallón y luego en el duelo con la espada.
Por fortuna para el cuento, se conectó mejor con el
cuarto, un colorado noble y encastado de Paispamba. Esta vez se ensució el
traje y pirateó bien de rodillas y con temple. Dibujó los muletazos más
honestos. Era su obligación: con ese almíbar de embestida.
El toro le duró lo suficiente para dejar su nombre
a salvo, pero, como en toda película de piratas, el final fue decepcionante. No
fue su culpa. El encastado se tragó una espada tendida durante cinco tensionantes
minutos. Estuvo a segundos de que le entraran se lo entraran vivo al corral.
A Sebastián Ritter le salió otro toro buen torito
de Paispamba, de nombre Judío… a él, un antioqueño con raíces alemanas.
El terciado mostró desde el principio que sabía
meter la cara. Tenía recorrido y esquiaba de largo por el lodo. Pedía muleta,
pero Ritter equivocó la distancia. El toro lo desarmó cuando apenas habían
sonado tres acordes musicales. Y lo levantó después, a Ritter, cuando sonaron
otros tres acordes de un segundo toque musical. Fueron tan cortos que parecían
avisos.
Con su toreo encimista (y equivocado) se robó
algunos oles que terminaron siendo efímeros, porque se veía claramente que era
un toro para torear.
Le sonó otra tanda de tres compases tocados a
destiempo: eran avisos de verdad. Ovación para el toro y un sentimiento de
respeto por un torero que le puso ganas y al que solo le faltó lucidez y
experiencia.
Su otro toro fue la antítesis de la tauromaquia.
Es, tal vez, el más manso en la historia de este país, desde el segundo viaje
de Colón. Suelto, caminador, desentendido y mirón. Una vedette. Vestido con una
taleguilla blanca, como un comandante de la independencia, Ritter se enfrentó
al rival más cobarde de su carrera.
Colombo fue un torero de un tercio y medio.
Insípido con el capote y alegre y valiente con las banderillas. Sus dos toros
se cansaron rápido. Ni el toreo a pie junto y las caricias a media altura
fueron suficientes para hacerlos embestir. Su toreo con la muleta fue tan
simploreto como sus lances con el capote.
El agua, la misma entrometida que interrumpió el
salsódromo, que es el desfile de bailarines de salsa con el que se abre la
feria, se tiró también la primera corrida.
Estamos en el bosque húmedo tropical, donde la
selva correo el acero y hace claudicar hasta a los más valientes.
Síntesis del festejo:
Temporada 60 de la Feria de Cali, martes 26 de
diciembre del 2017. Primera corrida. Un cuarto de plaza de asistencia. Tres
toros de Fuentelapeña (primero, con juego; quinto, mansote, y sexto, justo de
bravura) y tres de Paispamba (segundo, bravo y noble; tercero, manso; y cuarto,
“Trifón”, bravo, encastado y noble).
Juan José Padilla: vuelta tras saludo; 2 avisos y
palmas.
Sebastián Ritter: saludo tras aviso y 3 avisos.
Jesús Enrique Colombo: saludo y palmas.
La feria continúa este miércoles 27 de diciembre con toros de Achury Viejo para David Mora, Alberto López Simón y el colombiano Luis Miguel Castrillón.
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