José Antonio del Moral. Sevilla. Plaza de la Real
Maestranza. Lunes 4 de abril de 2016. Segunda de feria. Tarde en su mayor parte
lluviosa aunque escampó mediado el festejo y en la anochecida hasta asomó el
sol. Pobrísima entrada.
Seis
toros de Manuel Tornay, bien
aunque desigualmente presentados y de vario juego con predominio de los
deslucidos. Se salvaron los dos primeros, muy agresivos de pitones. El que
abrió plaza fue muy noble aunque le faltó fuerza. El segundo también fue noble
pero tardeó en demasía. Los demás fueron muy a menos a lo largo de su penosa
lidia que no fue la más conveniente para que mejoraran.
Esaú Fernández (ciclamen y oro): Casi
entera ladeada y descabello, palmas. Estocada, palmas.
Saúl Jiménez Fortes (negro y plata):
Corta tendida y seis descabellos, palmas. Estocada ladeada, palmas.
Borja Jiménez (malva y oro):
Pinchazo y estocada trasera saliendo alcanzado en el pecho sin consecuencias,
palmas. Pinchazo y estocada, silencio.
No
me gustaría aburrir a mis lectores con el relato pormenorizado de lo sucedido
que resultó en gran parte un tostón de tomo y lomo. Por eso voy a hacer unas
consideraciones generales por si alguno de los actuantes llega a leer lo que
sigue y para aclarar a no pocos espectadores algunas cosas fundamentales de lo
que es la lidia, la buena y la mala, y el toreo que suele ser posible cuando se
lidia adecuadamente, mejor cuando quienes torean saben resolver los problemas
que presentas los toros y al contrario. Cuanto peor es la lidia, los toros
buenos se estropean, los regulares parecen malos y los malos imposibles.
Para
ser alguien en esta dificilísima profesión y, no digamos, para llegar a figura,
son imprescindibles el valor inteligente porque, sin inteligencia, el valor –
aunque se tenga mucho como sin duda lo tiene Saúl Jiménez Fortes -, solamente vale para jugarse la cornada sin
ninguna contrapartida artística. Item más: Un mínimo sentido del temple es
absolutamente fundamental en el toreo moderno desde que empezó a
practicarse.
Templar
es, sobre todo, no dejar que los toros enganchen los engaños. Cuantos más los
enganchan, el toreo se hace más difícil. Mientras que, cuando se templa,
incluso embestidas descompuestas aun a costa de renunciar al lucimiento
artístico, casi todos los toros terminan por mejorar por malos que sean. Todo
esto, si se practica en sentido positivo, nos lleva al término que los
profesionales suelen aplicar o decir cuando les hablas de algún torero nuevo y
lo primero que te preguntan después de decirles lo que nos parecen es lo
siguiente: “Pero, ¿resuelve, o no resuelve?”…
Pues
bien, los tres matadores que actuaron ayer en La Maestranza no resolvieron
nada. Y por eso, Esaú Fernández no
logró triunfar con el muy noble aunque débil primer toro, ni Jiménez Fortes con el segundo que
también fue noble aunque tardeando en sus muchas embestidas. Si no hubieran
dejado que estos toros les engancharan el capote ni la muleta, cuestión en la
que fallaron estrepitosamente, sus buenas intenciones, que no dudo tuvieron,
habrían convertido en éxito su indudable voluntad de agradar.
Hubiera
bastado que ambos triunfaran con estos dos toros para que la tarde fuera
bastante más llevadera y no el tostón que soportamos. Tostón aburrido para la
mayoría de los pocos asistentes salvo para los paisanos que les aplaudieron
todo sin lograr que las palmas prendieran en ovación unánime que no se produjo
ni una sola vez.
Y
si con los mejores la cosa salió mal, con los peores, el rollo fue
inaguantable. La música solo tocó en el paseíllo y entre toro y toro.
Borja Jiménez, quizá mejor dotado
toreramente hablando que sus compañeros, tuvo peor suerte porque ninguno de sus
dos oponentes resultó propicio al fácil lucimiento. Pero se pasó de tiempo y
terminó aburriendo al personal.
La
corrida, además y en nuestra opinión, debió ser suspendida por la lluvia que
había caído y la que continuó cayendo salvo durante los minutos que escampó.
Pero los muchachos quisieron celebrarla y en tal propósito con la imagino
consiguiente discusión que debió haber con la empresa y la autoridad, debieron
olvidarse de guardar un minuto de silencio por la muerte de Fernando Carrasco
como se había pactado. Me consta que el empresario le pidió al presidente del
festejo que se lo pidiera a los actuantes. Eso al menos me dijo Ramón Valencia
cuando salimos juntos de la plaza. ¿Quién falló entonces? Corramos un tupido
velo…
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