Cualquier
plaza de toros, por pequeña que sea, suele tener una capilla, lugar para que
los toreros antes de salir al ruedo imploren la protección y ayuda de los seres
sobrenaturales. Manifiestan en ellas su postura de respeto ante lo
trascendente, ante sus rezos se encuentran la imagen del patrón o patrona de la
localidad en la que torean con otras muy veneradas por la comunidad.
Las
capillas suelen ser pequeñas, sencillas con algún banco de madera o sillas. Generalmente,
se reúnen matadores y subalternos, pero sin ningún orden establecido, alguno
puede retrasarse por firmas de autógrafos o entrevistas y otros adelantarse al
grupo buscando intimidad. Las creencias están tan marcadas entre la comunidad
torera.
Las
plazas más pequeñas, puede que no integren, entre sus dependencias una enfermería,
sin embargo, la capilla no suele faltar. Todos los que deben pisar el ruedo
saben que los actos positivos se pueden quebrantar por actuar “impropiamente”,
así la visita a la capilla se convierte en un ceremonial obligado e imposible de olvidar.
Finalizada
la actuación en la plaza, algún torero puede sentir la inquietud de volver a
rendirse a los pies de sus imágenes religiosas para dar gracias, por haber
salido todo como deseaban. Tomado de: Interinarlo religioso de los toreros de Pérez Álvarez.
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