Antitaurinos con sus
esclavos mascotas en las afueras de un concierto de Andrés Calamaro
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Visite Adrés Calamaro.
Cumplieron
con su palabra los ANTI-taurinos y vinieron a manifestarse; incluso trajeron a sus esclavas mascotas, animales domésticos
que viven en el cautiverio de personas humanas que no tomaron en cuenta el
deseo de la genética de los perros…
Vinieron con sus melenas rubias de los barrios
altos, tan ajenos a la alegría profunda que lleva la fiesta a los rincones
provinciales, a los pueblos de España, Francia, México, Ecuador, Colombia,
Venezuela y Perú…
Convencidos de su moral
superior, omiten la emoción que la fiesta lleva a los interiores humildes una
vez por año, allá donde el lujo (vulgar) de la “corrección política” no existe,
y la gente se reúne en una plaza portátil, con la sangría y la emoción de
reunirse a ver novilladas y festejos.
Una nueva clase alta, que (para
variar) omite el asesinato permanente de
personas, el hambre y la guerra. Y se presentan con descaro, acompañados por
sus mascotas esclavas y dispuestos a comerse un merecido chivito.
Cualquier lucha, incluso
equivocada, merece premiarse con una deliciosa ingesta de carne. Los váganos (también
capitalinos y caprichosos hijos de una clase media que no formo conciencia),
proponen eliminar cualquier vestigio de desigualdad animal; y lejos de Europa
nos resulta terrorífico verlos burlarse de nuestro militantes que sufrieron
verdaderas torturas, y de nuestros hermanos de ADN que mueren asesinados por el
hambre y la guerra.
Pero son felices indignados “a la europea” luchando por una causa medieval.
Lo prometido es deuda y
vinieron apersonados en la puerta del recital de anoche. Cinco mil adentro
(supongo que la mayoría no aficionado a los toros, y algunos vegetarianos también)
y diez afuera.
Sacó el pecho para próximos
enfrentamientos, aunque desiguales con este nuevo fenómeno de vida virtual en
la clase media; ciegos frente a los padecimientos de los animales “humanos” y
formadores de esta nueva edad media, que discute la existencia del arte, que es
la manifestación de Dios. La que aceptamos laicos y ateos.
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