1912 - Se corta, oficialmente, la primera oreja en la
plaza de toros de Madrid. Fue a parar a manos del diestro Vicente Pastor después
de hacer una faena superior al toro “Carbonero”, de la ganadería de Concha y
Sierra. El público pidió que se le otorgase la oreja, como así se hizo,
quebrándose una norma respetadísima durante muchos años el la plaza de toros de
Madrid, e implantándose el corte de apéndices, costumbre que hasta entonces no
existía.
1949.- Toma la alternativa en la plaza de toros de
Madrid el diestro gaditano Rafael Ortega, que vestía de blanco y oro,
estoqueando al toro “Cordobés”, de la ganadería de Felipe Bartolomé. Actuó de
padrino Manolo González, y de testigo Manuel dos Santos que no pudo presenciar
la ceremonia por haber sido cogido en el primer toro.
1971.- Se celebra un festejo taurino en Yugoslavia
en un estadio de futbol de Belgrado. Lidiaron toros de Carlos Nuñez los
diestros Luis Miguel “Dominguín”, Roberto Piles y el rejoneador Alfredo Conde.
Al día siguiente se dio otro festejo con los mismos espadas y ganado de
Guardiola. Durante los dos festejos, por medio de megafonía se fue exponiendo
el sentido de las suertes y de los lances.
Vicente Pastor y Carbonero.
Por: Gregorio Corrochano.
Hay un claro ejemplo, muy
de nuestra época –de la mía- del toreo de dominio, que es lo primero a que debe
atener el matador. Nada más lamentable en el toreo que ver a un torero dominado
por el toro, toreado por el toro.
El ejemplo es Vicente
Pastor con un toro fogueado, Carbonero, de
Concha y Sierra. Fue un gran mentís a los que sostienen que al público -¿a qué
público?- le gusta solamente el toreo estilizado, que algunos llaman, y muy
bien llamado, toreo de salón. Vicente
Pastor y el toro Carbonero nos
enseñaron cómo es fuerte y emocionante el toreo clásico, cuando el valor une el
conocimiento de las reses al conocimiento de las suertes.
Vicente Pastor fue el
Frascuelo de su tiempo, por su oportunidad y valor en los quites, por sus
faenas en tablas y por su decisión al entrar a matar dando el pecho, por
derecho y sin el paso atrás. Este toro Carbonero
le hubiera firmado Frascuelo. El toro Carbonero
fue manso. Las banderillas de fuego le hicieron más receloso y de sentido. Se
paró en los medios. Allí fue a buscarle Vicente Pastor, y le obligó y le
dominó, toreándole por lo bajo y al natural.
La faena fue breve, justa
y precisa; nada le faltó para ser completa, y nada le sobró para ser perfecta.
El toro cambió. Gran ejemplo de faena de castigo y dominio. Le arrancó a matar
por derecho y en corto y dio una estocada hasta el puño. El toro rodó en el
mismo sitio donde se había desarrollado la faena. Fue tanta la emoción, que
había que darla salida de manera desusada. Se pidió la oreja en Madrid, donde
no era costumbre. Y se concedió.
La faena no fue bonita,
pero tuvo una gran belleza. Lo bello es superior a lo bonito, tiene más
emoción, y más fuerza y más vida. Lo uno agrada, lo otro impresiona.
Impresionó tanto, que
sobre todas las cosas bonitas que se
hicieron aquel año, lo que resalta es el toro Carbonero.
Quede consignado, por si
quieren tomar nota los aficionados nuevos, que tengan curiosidad por conocer
aspectos de la fiesta, que el presente sin el pasado es agua estancada.
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