jueves, diciembre 29, 2011

Español Iván Fandiño corta oreja en su debut en feria Cali



Foto. Golfredo Rojas. Iván Fandiño salvó los muebles en la tarde del incendio. Salvó la corrida, pues su concepto de mano baja y poderosa, sus muletazos con trazo largo tuvieron mucha categoría, y pese a que el poco público que fue a la plaza no quería saber nada de la corrida, se aferró al torero vasco para salir del enfado y el suplicio.

Cali (Colombia), 29 dic. Rodrigo Urrego B. (EFE).- El español Iván Fandiño, quien hacía su primera presentación en Colombia, salvó hoy la cuarta corrida de la Feria de Cali al cortar una oreja, trofeo con el que fue premiado su trabajo en la plaza de toros Cañaveralejo.

Lo que vio el público fue un descastado encierro de Ambaló que echó al traste la tarde. Fueron seis toros mansos, algunos de ellos con una presentación indignante para la plaza que se precia de lidiar el toro de mayor trapío del país, y cuyo comportamiento fue la total antítesis de lo que significa ser un bravo.

Fandiño salvó los muebles en la tarde del incendio. Salvó la corrida, pues su concepto de mano baja y poderosa, sus muletazos con trazo largo tuvieron mucha categoría, y pese a que el poco público que fue a la plaza no quería saber nada de la corrida, se aferró al torero vasco para salir del enfado y el suplicio.

El tercero de la tarde, un castaño de preciosas hechuras, el único serio del encierro, decidió moverse sin casta. Se dolía en el castigo de la vara y las banderillas. Pero tenía, precisamente, esa virtud, la de moverse.

Y aunque lo hizo sin conciencia, Fandiño aprovechó esa condición para encelarlo. El toro tenía largo recorrido, pero no por bravo. Porque tenía esa tendencia a huir de la lucha que significa la lidia.

Sin embargo, el torero puso la muleta con mucha técnica y conciencia. Consiguió lo imposible, que el toro le repitiera, y lo hizo en varias series.

Aquello trascendió gracias a que Fandiño destapó su concepto. La mano abajo, halando la muleta en un trazo muy largo, soberbio, que por la sola composición arrancaba los olés del público.

Y otra virtud de Fandiño. La contundencia con la espada. Eso precipitó que el público reclamara el premio, que llegó a las manos del torero después que el palco dejara asomar un pañuelo blanco.

La puerta grande la tenía entreabierta. Pero no había quien le colaborara a Fandiño. Porque el último de la tarde fue otro toro de mediocres embestidas. Sin entrega alguna y sin claridad.

Pero Fandiño se las arreglo. Incluso puso demasiado. Y de nuevo, la composición de las suertes transmitía emoción. Pero no alcanzó. Se necesitaban más elementos para que la puerta grande se abriera. Fandiño salió por la puerta de cuadrillas, pero su toreo se quedó con ganas de volver a ser descubierto.

La tarde fue un infierno. No solo por la fuerte temperatura, más que todo por lamentable encierro de Ambaló.

Los sacrificados, los toreros colombianos. Pepe Manrique tuvo que eludir por pies y con muletazos en la cara las traicioneras intenciones del primero de la tarde.

El cuarto, manso que no se dejó picar y que corrió por todo el ruedo como un cobarde, encontró al torero en el primer muletazo. No hizo caso del cite de la muleta y lo arrolló.

Manrique sintió como si un tren le hubiese pasado por encima y no se pudo levantar.

Ramsés tampoco tenía como levantar la casa triunfante.

Su primero, un auténtico novillote, de irrespetuosa presencia, ni siquiera tuvo la capacidad de aguantar la faena que le planteaba el torero, que terminó cerca de los pitones intentando lo imposible.

Al que mató por Manrique, le intentó hacer faena, pero tampoco había materia prima.

Y el quinto, el toro deambuló por la plaza acobardado y el torero gastó más tiempo en perseguirlo.
Parte del público reaccionó como debía. Con una fuerte protesta a un hierro que lleva muchos años en la feria de Cali, sin otro argumento que ser de la región y parte de la administración de la plaza de Cañaveralejo.

Ficha
Cali, quinta de feria.

Seis toros de Ambaló, salvo el tercero, serio y de preciosas hechuras, y el quinto, todos mal presentados. Indignos de una plaza de primera categoría segundo y sexto. El tercero se movió con nobleza aunque sin casta.

Pepe Manrique: pitos en el único que mató
Ramsés: silencio, un aviso en el que mató por Manrique, y silencio
Iván Fandiño: una oreja y gran ovación

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