lunes, agosto 11, 2025

SEBASTIÁN CASTELLA: “Torear es un baile”

 


¿Tienes fuego?


En todas las respuestas de este hombre palpita una sabiduría impropia de su edad, 42 años. Pero cuando tu trabajo consiste en bailar lentísimo con una bestia que en una décima de segundo te puede arrancar la vida, cada año cumplido equivale a diez. Figura capital de la tauromaquia moderna y el matador francés más importante de todos los tiempos, lo adornan seis puertas grandes en Las Ventas, en el Olimpo. Concibe su profesión como un arte, y eso, arte químicamente puro, es lo que ha derramado como sangre en su cuarto de siglo de trayectoria.

Está considerado el torero francés más grande de todos los tiempos. Ha acercado la fiesta taurina a su país.

Creo que la afición de cada país siempre desea un torero. Yo tuve la suerte de llegar en una época que una serie de toreros anteriores, como Christian Montcouquiol, “Nimeño”, comenzó a construir. Hice mi camino y empezaron a seguirme. Cuando el público francés tiene un torero hace que la fiesta crezca, y en estos 25 años ha crecido mucho. Hoy no solo hay muchos chavales en Francia que quieren ser toreros, sino que existe una afición joven que llena las plazas. Y eso es muy bonito.

¿Cuando era niño qué matador de toros lo dejó sin aliento y le iluminó el camino de la tauromaquia?

“¿La gloria a un paso de la muerte? Creo que lo importante es conseguirla en vida”

Siento que mi torero fue José Miguel Arroyo, Joselito. Por su seriedad, misticismo, por su forma de torear erguido, derecho, con mucha clase. Luego, a medida que fui conociendo e indagando, descubrí a Manolete y a José Tomás. Porque esa es la línea que me gusta: la de torear derecho, con calma. El baile del toreo. Para mí, torear es un baile, una danza con el toro, es armonía.

Es de esos toreros que se acercan al toro hasta casi rozarlo. ¿La gloria está a un centímetro de la muerte?

No es que yo me acerque, es que intento quedarme quieto y es el toro el que pasa cerca. Es diferente buscar el acercamiento a quedarse quieto. ¿La gloria a un paso de la muerte? Bueno, la eternidad, diría yo. Creo que lo importante de la gloria es conseguirla en vida.

¿Entiende otro modo de torear distinto al que usted práctica, el del valor a pesar del miedo?

No, y no es una contradicción con lo que te he dicho antes. El toreo, no lo olvidemos, es emoción. El toro llega a la plaza para combatir y para entregar su vida con las máximas virtudes y defectos, y el torero tiene que salir a la arena igual. No estoy aquí para morir, pero sí para entregar mi vida y conseguir salir vivo de la plaza emocionándome y emocionando a todo el mundo.

A principios de esta década se retiró por un tiempo. Perdió la ilusión, dijo. ¿Cómo la recuperó?

Porque nací torero y moriré torero. Salí de mi casa con 14 años y hasta el año que me retiré no tuve vida; un tiempo para estar relajado y no pensar en otra cosa que no fuera el toro. ¿Cómo recuperé la ilusión? Cuando me retiré, hubo un momento en el que necesité volver a tener contacto con los animales. Porque son tan apasionantes, tan grandes, que uno aprende cada día de ellos.

En 2010 indultó al toro «Guadalupano». ¿Ahí se podría decir que el toro hizo una gran faena?

Hombre. El toro mostró todas sus cualidades para vivir. Para ser padre, el progenitor de la ganadería.

¿Guarda un vínculo emocional con ese toro?

Con ese toro y con todos los que indulté. Con los toros indultados se crean vínculos especiales, sí, porque te han dado la oportunidad de expresarte como torero. Y si eres capaz de sacarles lo mejor, los indultas y les devuelves la vida.

De lo que dice se desprende que hay toros que merecen morir y otros no.

El toro bravo está hecho para eso. Es un toro de combate y tiene sus cualidades y sus defectos. Y el toro bravo que tiene clase y todas las cualidades adecuadas para ser un progenitor de ganadería, merece vivir. Y el que no, pues no. Porque es un animal que criamos y hay muchísimos.

Esta sección lleva por título “¿Tienes fuego?”. ¿Usted lo tiene?

Por supuesto. Claro, hombre. Claro, claro, claro. Yo soy fuego, ja, ja, ja. A veces la llama está bajita y otras con una candela grandísima. Pero uno nunca puede dejarse apagar ni dejar de ser fuego.

/// Javier Menéndez Flores / La Razón (Nacional) / Tienes fuego?

 

 


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