Darío González / Valencia España. Tras un par de años en hospitalización, a causa de un fuerte virus llamado desinterés y una pandemia asiática conocida como Covid, el mundo taurino navega en mares inciertos, sobre una barca que el propio José Luis Perales sería incapaz de llamarle libertad.
Sube y bajas marcados por la mirada desinteresada de muchos quienes deberían tirar del timón, mal llamados figuras, miles de preguntas salen a la palestra, en la que sólo el abonado tendrá la respuesta en la gravedad del asunto.
América se ha desvanecido en festejos donde las medias plazas, pintan de medias tintas la taquilla, mientras que la influencia política y los sectores ambientalistas poco a poco recogen cosechas en tierras ajenas.
Toreros que soñaban con ir a Venezuela a buscar el paquete grande con el compromiso pequeño, hoy ven diluirse la fiesta brava en este bello país, incapaces de cargar la suerte ante ese difícil toro, dejando solos a los valientes empresarios que aún sigen apostando al éxito.
Así pues, en el epicentro mundial de la tauromaquia, Valencia será el prólogo que marque la evolución del paciente, ya con carteles altamente confeccionados y un recorte en el número de festejos todo apuntaría al éxito rotundo, que se traduce en plateas abarrotadas, pero será hasta marzo que termómetro nos dé el alta que necesitamos o la hospitalización haga pensar que el mal está hecho
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