Comentarios que “Joselito” le hace al periodista José María Carretero, más conocido
con el pseudónimo de “El
Caballero Audaz”, en su obra “El Libro de los toreros”
"Yo
nunca llego tarde a nada que se relacione con los toros. Cuando en Sevilla
tengo que madrugar para ir a algún tentadero, nunca se ha dado el caso de que
me tenga que llamar nadie. A mi madre le extraña esto. ¡Y es que tengo una
afición a todas estas cosas!"... "Yo creo que los toros no me dejan a
mí sitio para que me guste nada del mundo"... "La mujeres me gustan
más que nada: eso, por sabido se calla; como que si yo no torease más que para
hombres, ya me había cortado la coleta...
Algunas veces, en esas tardes fatales que
tiene uno, cuando casi con las lágrimas saltadas se dejan los trastos de matar
y se refugia uno en la barrera... al volver la cara al tendido, en medio de la
hostilidad de los que gritan, se tropiezan nuestros ojos con los ojos bonitos
de una gachí que, con la caricia de su mirada compasiva, quiere
consolarnos, y entonces me he ido al toro como un jabato,
con el capote, y animado por el calor de los ojos de la desconocida he
levantado al público haciendo todo lo que sabía y algo más"…
"Si mil veces naciera, mil veces sería
torero. Yo no veo nada más bonito, más artístico, ni más emocionante que el
toreo"... "A fuerza de andar con toros todos los días, terminas
por creer que no hacen nada"...
He tenido
tres cornalones serios; para eso dicen que yo soy un torero que no ha sido
castigado por los toros. ¡No sé qué más quieren!". "Yo no me
cambiaría por nadie. Ni emperadores, ni reyes, ni generales han saboreado el
triunfo de una buena tarde en el redondel de la plaza de toros de Madrid.
Eso es el
delirio; a mí me parece que no hay nada comparable"... "La tarde de
la que tengo mejor recuerdo es la del día que me dieron la primera oreja en la
plaza de Madrid".
"Recuerdo como mis peores tardes una en
Valencia y otra en Madrid... ¡Caballeros, qué suplicio! ¡A cualquiera le
regalo yo el paquete que me tocó a mí en Valencia!...
Pero el
peor rato que he pasado en mi vida fue la tarde que, estando toreando con Rafael,
me lo cogió un toro en Algeciras, cuando le vi caer al suelo manando sangre, no
sabía si llorar, sí gritar, sí arrojarme sobre el toro; en fin: perdí hasta el habla durante un
rato". "Rafael, para mí no es
mi hermano, ha sido siempre un padre. ¡Cómo me quede huérfano tan pequeño,
pues, lo que pasa, él ha sido en mi casa el padre de todos!".
"Se
ha cundido por ahí que yo soy orgulloso y serio. Ya ve usted, orgulloso, ¿de
qué?. Serio, tal vez sea un poco; pero es que yo no
sé reírme sin gana y sólo por agradar al público"…
"Empecé a torear a los catorce años.
Nadie me había enseñado. El toreo no se aprende. Yo no había visto jamás un
toro de lidia, y la primera vez que me puse delante de él hice las mismas
suertes que hago hoy. Es una cosa especial que uno no sabe explicarse, y que
parece que ya estuvo uno en otro mundo, donde le enseñaron a torear"...
"El público ante el que más me gusta
torear es el de Madrid. El público de aquí es el más justo y el que sabe
más de toros"... "La tarde que más he cobrado fue en Madrid. Veinte
mil pesetas, la tarde de los siete toros".
"Soy religioso. Sin ser beato, creo en Dios y, sobre todo, tengo una fe ciega en la Virgen de la Esperanza"...
Si el toro es bravo, nos volvemos locos de
alegría; si es manso, se nos ahoga con un pelo"… "He sentido miedo
muchas veces; pero hay que tragárselo y disimularlo, porque como se
aperciba el bicho o el público, está uno perdido"…
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