Los árboles y la cúpula de una de las torres de la Catedral Basílica menor de la Inmaculada Concepción de Mérida. |
Por. Freddy Ramírez “Garapuyo”
Podrán imaginar la vista de la plaza Bolívar desde 15 metros de altura, ver los primeros rayos del sol, los
grises de la catedral, sus
torres, las cúpulas, el reloj, los palacios: El arzobispal, él de Justicia; a la derecha
la Gobernación del Estado, girando un poco más, aparecía la uniformidad ocre de su estilo arquitectónico del rectorado de la
Universidad de los Andes; al girar por completo se veían las casonas de medias aguas, con aquellas tejas rojas que Don. Tulio
plasmaba en sus letras, tejas que los
calendarios, el moho palidecieron y que tiempo después el “modernismo” quitó para
siempre de los ojos.
Vistas espectaculares, solo dignas de privilegiados, y si veías en
línea recta -igual que hoy día- contemplabas la majestuosidad de la cierra; por la
tardes al caer el sol, se podían ver y casi escuchar las tertulias andantes sobre el lujoso granito pulido, elegantes atuendos, abrigos, sacos de casimir
y pulóveres; que sin ver sus rasgos, indicaban los orígenes.
Desde del ático del edificio "Ediplas”, el follaje de árboles -no aptos- impiden ver la estatua ecuestre de El Libertador. Acotar que el monigote o mejor el “arquitecto” que diseñó la edificación y
las “autoridades” del Municipio que autorizaron el concreto, se les olvidó que el contorno de la Plaza Bolívar es parte del casco histórico, por lo tanto había que guardar estilos
arquitectónicos... En fin... Por eso y más, hoy estamos como estamos.
Los días viernes, el espacio toma el ritmo del futbol con
dos de los mejores futbolistas de Venezuela,
hoy abogados Asdrúbal Sánchez “Memin” y
Luis Enrique Marquina… |
La cuarentena pandémica ha cambiado estilos de vida, días
sin nombre, cual comunistas, igual lunes que los sábados, miércoles que los domingos; en este devenir hizo que una mañana sin nombre; fuese en procura del algún alimento; ¡el
bolsillo de la mayoría siempre está vacío!; el dinero contante es un recuerdo, los saludos son a codazos o con un movimientos
de cejas o el agrandar de ojos, las tertulias son
puntuales, ligeras en cualquier recodo, el oído del "cooperante" graba, la desconfianza es pan diario; cualquier comentario podría desencadenar la tan pregonada “furia chavista” con los tuntunes en las puertas.
El Periodista Pablo Ramón Villa al micrófono y su hijo Paúl Alexander Villa Páez al mando de los controles... |
Al lado de este mamotreto,
se encuentra el edificio “sábado”, y pasos más allá se erige otra edificación no cónsona con las joyas arquitectónicas que va desde las religiosas, ejecutivas, judiciales, gubernamentales hasta las educativas que rodean la Plaza Bolívar.
Antes de las compras, el eco
sonoro de una vos conocida emanada de una estación de radio, amplificada por la
corneta contigua a la puerta de un comercio, deja escuchar a gentes que reclaman, se quejan y denuncian
a los cuatro vientos; por supuesto que allí también tienen micrófono abierto a los que
hablan, hablan y, ya nadie los escucha por mentirosos, agoreros, demagogos,
malas gentes y demás adjetivos… Fui a conocer la radio y a saludar al amigo
locutor Pablo Ramón Villa, que acentúa con su voz alegre el avance de
las mañanas con los
“Buenos Días” en Ritmo Estéreo…
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