El Venezolano J. E. Colombo cortó una oreja en el tercero con petición de otra oreja en el sexto y vuelta al ruedo. |
ZABALA
DE LA SERNA. El extremeño pierde
la puerta grande por la espada con un notable toro de Victoriano del Río
exageradamente premiado con la vuelta en el arrastre. El otrora llamado día
grande de la feria de Fallas ha ido perdiendo fuerza y respaldo social en los
últimos años. Los hábitos cambian. Ya no es fecha apetecible para las figuras.
Una vuelta a los 70. A restar vinieron la ausencia de Román en un cartel
de marcado acento extremeño y un tiempo desapacible. Conclusión: la
entrada más pobre de un 19 de marzo que uno recuerde en 25 temporadas.
La inclusión de Colombo hacía justicia a su sangre derramada en esta
misma plaza días antes de su inalcanzada alternativa en Zaragoza -en Lima fue
finalmente-, pero no arregló nada. El venezolano, precisamente, conquistó una
oreja en el ecuador de tarde. Llovía con intensidad. Como arreó el toro de
Victoriano del Río en banderillas. Del par al violín y al sesgo, voló el matador
rehiletero en un volteretón espeluznante. De la caída a plomo se levantó
dolorido e intacto. Apostó pos el arranque de péndulos. La bala silbó en su
riñonada. La movilidad bravucona del basto toro desapareció en cuanto se sintió
podido. Miró, midió y se marcó sus paradiñas. Resolutivo el debutante, que
cobró un espadazo de inapelable. De ahí, el trofeo.
De la mano de Antonio Ferrera brotó el toreo. La cadencia del
cuerpo mecido, el acompañamiento dormido, la expresión sentida. En las caras y
hondas hechuras del toro que hacía cuarto en la escalera de Victoriano del Río
habitaba la calidad. Ferrera lo bordó. Tan despacioso y abandonado. El torero
pasodoble Concha flamenca y la lluvia serena ponían la banda
sonora a aquella añeja manera de hacer. Un cambio de mano, esta o aquesta
pincelada, el modo de irse, salir y entrar. La belleza.
Natural de Antonio Ferrera a su segundo toro. SCP |
Cuando la embestida apagaba su llama atemperada siempre, Antonio Ferrera
prolongó los medios pases hasta cuajar la última serie mayor. Los ayudados por
alto, tan del viejo y llorado Manzanares, como todo, precedieron a las necias
voces que exigieron el indulto. El veterano matador casi se lo creyó e intentó
algo más sin respuesta. El aviso reclamó la espada. Que resbaló en un pinchazo
y se hundió atravesada. Sin muerte. El descabello encasquillado -sonó el
segundo recado- terminó de llevarse una faena de puerta grande. La presidencia
se desnortó con el pañuelo azul. ¿Dónde estaba entonces para Economista
de Alcurrucén o Rosito de Cuvillo? Antonio Ferrera, que no había hallado el
brillo con el desgarbado bruto que estrenó la corrida, paseó una vuelta al
ruedo con el aroma del triunfo serio.
A Ginés Marín lo zarandeó el liviano tercero, que ya se había vencido
por el izquierdo en el hermoso saludo de verónicas. El capote sirvió de
parapeto, y el quite de la media luna quedó inconcluso. Volvió Marín a la cara
con descarado desparpajo para despedirse por chicuelinas. Ese descaro alegre
siguió en la faena.
Cuando el toro se dio en su mano derecha con más movimiento que clase y
cuando le costaba en su izquierda. El tempo lastrado ungió de lentitud los
naturales que tiraban de la embestida. Las zapatillas de Ginés
permanente firmes. Como la actitud. El acero le negó una recompensa mayor
que la ovación.
Como sucedió ante el quinto de abierta testa. Otra historia. Su escaso
viaje, el celo convertido en desentendimiento. El embarrado piso acrecentaba a
estas alturas las dudas. No las del joven torero.
La arena ya era un lodazal. Colombo no arriesgó con los palos ante el
sexto. Muy pronto se rajó el toro. Insistió la promesa de Venezuela en la
persecución al hilo de las tablas. Deseos y recursos contra un muro. La
petición surrealista no caló en el palco. Una vuelta al ruedo consoló su
desatada ambición.
Ficha del festejo.
Plaza de
Valencia. Lunes,
19 de marzo de 2018. Última de feria. Un tercio de entrada. Toros de Victoriano
del Río, una escalera de desigualdades; notable el 4, premiado con la
vuelta en el arrastre; sin humillar el desgarbado 1; con más movilidad que
clase el liviano 2; bravucón y sin entrega el 3; desentendido y sin celo el 5;
rajado el 6to.
.
Antonio
Ferrera, de azul
turquesa y oro. Estocada delantera (silencio). En el cuarto, pinchazo, estocada
atravesada y cuatro descabellos. Dos avisos (vuelta al ruedo).
Ginés
Marín, de gris
perla y oro. Pinchazo, pinchazo hondo y tres descabellos. Aviso (saludos). En
el quinto, media estocada y descabello (saludos).
Jesús E. Colombo, de blanco y oro. Espadazo
(oreja). En el sexto, estocada desprendida. Aviso (petición y vuelta al ruedo)
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