En la primera
de dos corridas, orejas de distinto peso.
El espada
ibérico se lleva el lote más propicio del encierro de Don Hugo Domingo Molina,
mientras que Vanegas realiza los trasteos de más mérito de la tarde. Manuel
Escribano pasó de puntillas.
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ. (SAN CRISTÓBAL, Enviado
Especial).- La edición de este año, de la que fue la gran cita taurina
de América, esta opacada por circunstancias ajenas al índole taurino. El hecho
que la ciudad viva una constante restricción por el dinero efectivo, así como
la índole económica que ha afectado al país entero no escapa al lio del toro. Y
ayer la corrida no escapó a estas índoles pues los toros de Don Hugo Domingo
Molina no escaparon a estas eventualidades, donde el lote de la tarde correría
a cargo del espada malagueño David Galán. Suyos fueron los toros más potables
de una corrida dispar de presencia donde los corridos en 2º y 5º lugar fueron
lo más notable del envío.
Volvía
Manuel Escribano a esta plaza tras su debut en este mismo ruedo hace dos años.
Lo hizo ante par de ejemplares que no le dejaron estar a gusto, como bien los
aficionados que le conocemos sus virtudes sabemos. Se le vio desangelado, con
ganas de querer y no poder, también por la poca colaboración de sus astados, y
aparte de ello, se puso pesado con el acero, por lo que literalmente paso
desapercibido de los presentes.
Decíamos
que los toros más potables del encierro cayeron en el lote de David Galán. Con
ambos el mencionado espada les pasó por ambos pitones con ganas, voluntad, pero
también con tosquedad, elemento que deslució lo que pudo haber sido labores
muleteriles un poco más proclives al lucimiento.
Se centró
con más parsimonia con el 5º, ejemplar el cual supo llevar más templado y
reposado, en especial por la derecha, haciendo sonar el pasodoble torero y las
palmas de los presentes. Faena de mérito en especial cuando por naturales supo
tomar las embestidas del astado, a tal punto de rebosarse de toreo que hicieron
unánime que tras el espadazo caído con hematemesis profusa no obviara que el
conclave le solicitara con fuerza la oreja que el palco presidencial tuvo en
bien conceder, pues recaía en la potestad del soberano dicha concesión.
La carta
venezolana esta tarde era la presentación como matador de toros de Manolo
Vanegas. Muchas expectativas despertaba entre los presentes el coleta de
Seboruco, quien se las vio con el anovillado ejemplar que le supo hacer y decir
gran parte de su mejor toreo. De capa y muleta se le vio fácil y poderoso al
joven espada, quien por la diestra se regocijo en series hilvanadas por el
temple y seguridad de terrenos. El espadazo en lo alto valió por si sola la
concesión de la oreja, la misma que en el que cerró plaza estuvo a punto de
cortar, la que le hubiese abierto la puerta grande, de no haber sido por el
espadazo trasero y tendido con la que cinceló una labor más relajada, de
momentos de gran calado en el tendido, donde el jabonero de Rancho Grande se
empleó en especial por el pitón izquierdo, donde algunos muletazos fueron
verdaderos carteles.
Al final
la gente salió de la plaza contenta de lo visto. No esta fácil la cosa para ir
a toros, pero aun así, nuevamente el verdadero taurino y aficionado se hace
presente. Por encima de todas las circunstancias que nos aquejan, que ya es
mucho decir.
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