Puerta grande en Las
Ventas de Enrique Ponce. Foto. Kike Para
www.enriqueponce.com
Ahora se dice de otra manera. Se dice: de Ponce… al cielo. Desde esta tarde la
conocida frase ha sufrido una mutación en su sujeto. Ponce llevó a Las Ventas
al cielo. A un cielo donde no hay toros imposibles, al menos para él. Porque con un lote nada bueno alcanzó la gloria de la
Puerta Grande. A un cielo donde el toreo natural y profundo es algo habitual
gracias a las manos milagrosas del maestro de Chiva. Dos orejas, una por todo,
que podían haberse ampliado a tres si la espada entra a la primera en el
segundo de la tarde.
Una tarde
para recordar: de cuando Madrid se entregó al maestro de maestros. De cuando la
plaza más exigente dijo sí de nuevo al torero más importante de la
historia.
A pesar de
firmar grandiosas obras en esta plaza, se ha hecho esperar la cuarta Puerta
Grande en Madrid. Han pasado 15 años para que Las Ventas vuelva a rendirse a la
evidencia de Ponce y a darle las llaves de ese acceso privilegiado a la calle
Alcalá que solo los más grandes de la historia han cruzado a hombros. Y son
menos aun los que lo han hecho a gritos de torero, torero en medio de una
muchedumbre rendida a sus pies, queriendo tocarle, desmembrar casi sus ropas
para llevarse una reliquia de este día para la historia.
De este torero histórico. Ha sido una tarde con mucho que contar, mucho de desgranar y
mucho más que analizar. Una tarde de esas reservadas para toreros gloriosos. Es
más, lo de hoy solo lo hace un torero. No hace falta repetir su
nombre.
Sonaron los
primeros oles de la tarde cuando Ponce toreó al segundo de capa -en el primero
confirmó la alternativa Varea- de forma bella y eficaz. Primero fueron lances
rodilla en tierra y alguno de pie de los que el toro se fue suelto impidiendo
la continuidad de lo que se barruntaba como cante grande capotero. El mérito
del maestro fue recoger la dispersa embestida del toro en preciosos lances a la
verónica en los que bajó la mano para que el toro se quedara, convirtiendo
algunos de en airosos y bellos delantales, rematando con dos medías de cartel.
Después del primer puyazo y de un volantín del toro, hizo un precioso quite por
chicuelinas rematado con enorme media. Excelente preludio para una obra grande.
La faena la
comenzó doblándose de forma muy estética como prólogo a dos series de
derechazos cumbres. No se puede torear con más relajación y más naturalidad. En
la siguiente serie, el toro salió con la cara alta, más desentendido pero él lo
supo encelar para seguir subiendo el tono de la faena. Mucho más complicado fue
el toro por el pitón izquierdo, descompuesto y soltando la cara. Aplicó temple
el maestro y solventó la brusquedad del toro con suavidad, adornándose en
preciosos muletazos finales hacia las tablas. Todavía quedaba la traca
final en forma de toreo genuflexo de enorme belleza por el pitón derecho ligado
a una poncina en el colmo de la creatividad. Broche de oro para una faena de
altísimos vuelos que era de Puerta Grande. Un pinchazo previo a una
estocada dejo en una lo que pudieron ser dos orejas. Había que esperar. Pero
fue una espera plácida. Como estaba el maestro, con la dimensión dada en este primer toro, estaba claro que el
triunfo grande iba a producirse. Tenía que ser hoy.
Buenos
lances dio Ponce también al cuarto hasta que el toro empezó a meterse por
dentro, desluciendo el final del recibo. El de Victoriano del Río fue
protestado en el tercio de varas al perder un par de veces las manos, pero el
presidente no lo devolvió. En el comienzo de faena, justo debajo del 7, Ponce
lo trató con dulzura y empezó a construir la embestida, algo que, dada la
condición del toro se antojaba misión imposible. En la segunda serie ya se
relajó y dejó muletazos buenos. El toro, de imponentes pitones, fue a menos y
se defendió cada vez más pero Ponce tiró de oficio y se dedicó a extraer todo
lo que el de Domingo Hernández llevaba dentro. Poco le importó que el toro le
apretara por el derecho y que quisiera cazar moscas por el izquierdo. Con
paciencia fue imponiéndose y al final obró el milagro de dejar muletazos de uno
en uno que valían una Puerta Grande. El reconocimiento del público a una tarde
aplastante del maestro pudo más que la espada y se pidió mayoritariamente la
oreja que le abría de par en par a la gloria de Madrid. Ponce hizo historia
al abrir por cuarta vez la Puerta Grande de Madrid.
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Toros de Garcigrande-Domingo
Hernández, correctos de presentación, astifinos, mansos, nobles y con
clase; encastado el tercero, y bravo y con gran calidad el sexto.
Enrique Ponce: pinchazo y estocada (oreja); pinchazo
-aviso- y media tendida (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
David Mora: estocada baja -aviso- (ovación); estocada, un
descabello -aviso- y un descabello (silencio).
Varea, que confirmó la alternativa: estocada atravesada,
cuatro descabellos -aviso- y seis descabellos (silencio); pinchazo -aviso- y estocada (ovación).
Plaza de Las Ventas. Vigésimo tercera corrida de feria. 02
de junio. Lleno de ‘No hay billetes’ (23.624 espectadores). Asistieron la
Infanta Elena y sus dos hijos.
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