viernes, junio 02, 2017

PONCE… al cielo: Puerta Grande en Madrid



Puerta grande en Las Ventas de Enrique Ponce.  Foto.  Kike Para 

www.enriqueponce.com Ahora se dice de otra manera. Se dice: de Ponce… al cielo. Desde esta tarde la conocida frase ha sufrido una mutación en su sujeto. Ponce llevó a Las Ventas al cielo. A un cielo donde no hay toros imposibles, al menos para él. Porque con un lote nada bueno alcanzó la gloria de la Puerta Grande. A un cielo donde el toreo natural y profundo es algo habitual gracias a las manos milagrosas del maestro de Chiva. Dos orejas, una por todo, que podían haberse ampliado a tres si la espada entra a la primera en el segundo de la tarde.

Una tarde para recordar: de cuando Madrid se entregó al maestro de maestros. De cuando la plaza más exigente dijo sí de nuevo al torero más importante de la historia. 
A pesar de firmar grandiosas obras en esta plaza, se ha hecho esperar la cuarta Puerta Grande en Madrid. Han pasado 15 años para que Las Ventas vuelva a rendirse a la evidencia de Ponce y a darle las llaves de ese acceso privilegiado a la calle Alcalá que solo los más grandes de la historia han cruzado a hombros. Y son menos aun los que lo han hecho a gritos de torero, torero en medio de una muchedumbre rendida a sus pies, queriendo tocarle, desmembrar casi sus ropas para llevarse una reliquia de este día para la historia.

De este torero histórico. Ha sido una tarde con mucho que contar, mucho de desgranar y mucho más que analizar. Una tarde de esas reservadas para toreros gloriosos. Es más, lo de hoy solo lo hace un torero. No hace falta repetir su nombre. 

Sonaron los primeros oles de la tarde cuando Ponce toreó al segundo de capa -en el primero confirmó la alternativa Varea- de forma bella y eficaz. Primero fueron lances rodilla en tierra y alguno de pie de los que el toro se fue suelto impidiendo la continuidad de lo que se barruntaba como cante grande capotero. El mérito del maestro fue recoger la dispersa embestida del toro en preciosos lances a la verónica en los que bajó la mano para que el toro se quedara, convirtiendo algunos de en airosos y bellos delantales, rematando con dos medías de cartel. Después del primer puyazo y de un volantín del toro, hizo un precioso quite por chicuelinas rematado con enorme media. Excelente preludio para una obra grande.

La faena la comenzó doblándose de forma muy estética como prólogo a dos series de derechazos cumbres. No se puede torear con más relajación y más naturalidad. En la siguiente serie, el toro salió con la cara alta, más desentendido pero él lo supo encelar para seguir subiendo el tono de la faena. Mucho más complicado fue el toro por el pitón izquierdo, descompuesto y soltando la cara. Aplicó temple el maestro y solventó la brusquedad del toro con suavidad, adornándose en preciosos muletazos finales  hacia las tablas. Todavía quedaba la traca final en forma de toreo genuflexo de enorme belleza por el pitón derecho ligado a una poncina en el colmo de la creatividad. Broche de oro para una faena de altísimos vuelos que era de Puerta Grande. Un pinchazo previo a una estocada dejo en una lo que pudieron ser dos orejas. Había que esperar. Pero fue una espera plácida. Como estaba el maestro, con la dimensión dada en este primer toro, estaba claro que el triunfo grande iba a producirse. Tenía que ser hoy. 

Buenos lances dio Ponce también al cuarto hasta que el toro empezó a meterse por dentro, desluciendo el final del recibo. El de Victoriano del Río fue protestado en el tercio de varas al perder un par de veces las manos, pero el presidente no lo devolvió. En el comienzo de faena, justo debajo del 7, Ponce lo trató con dulzura y empezó a construir la embestida, algo que, dada la condición del toro se antojaba misión imposible. En la segunda serie ya se relajó y dejó muletazos buenos. El toro, de imponentes pitones, fue a menos y se defendió cada vez más pero Ponce tiró de oficio y se dedicó a extraer todo lo que el de Domingo Hernández llevaba dentro. Poco le importó que el toro le apretara por el derecho y que quisiera cazar moscas por el izquierdo. Con paciencia fue imponiéndose y al final obró el milagro de dejar muletazos de uno en uno que valían una Puerta Grande. El reconocimiento del público a una tarde aplastante del maestro pudo más que la espada y se pidió mayoritariamente la oreja que le abría de par en par a la gloria de Madrid. Ponce hizo historia al abrir por cuarta vez la Puerta Grande de Madrid.
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Toros de Garcigrande-Domingo Hernández, correctos de presentación, astifinos, mansos, nobles y con clase; encastado el tercero, y bravo y con gran calidad el sexto.

Enrique Ponce: pinchazo y estocada (oreja); pinchazo -aviso- y media tendida (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.

David Mora: estocada baja -aviso- (ovación); estocada, un descabello -aviso- y un descabello (silencio).

Varea, que confirmó la alternativa: estocada atravesada, cuatro descabellos -aviso- y seis descabellos (silencio); pinchazo -aviso- y estocada (ovación).

Plaza de Las Ventas. Vigésimo tercera corrida de feria. 02 de junio. Lleno de ‘No hay billetes’ (23.624 espectadores). Asistieron la Infanta Elena y sus dos hijos.

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