***Carlos Eduardo Misle, “Caremis”, fue el cronista
de Caracas, aunque nunca recibió formalmente ese título. Historiador,
periodista, cronista de la capital y extraordinario periodista taurino. Autor
del libro Girón, Caremis fue Cronista Taurino en diarios tan importantes como
El Universal y El Nacional. Su estilo redaccional era auténtico, muy caraqueño
y con absoluto dominio de la metáfora y de la anécdota. Generoso en extremo, a
él, a Caremis le debemos nuestra carrera profesional porque junto a Abelardo
Raidi y Heberto Castro Pimentel nos abrieron las puertas de la redacción en El
Nacional para iniciar nuestro camino por el periodismo taurino y deportivo.
Tomado de: bibliografía taurina. http://vjlopez2014.wordpress.com. Expuse en pasada crónica que los matadores de toros caraqueños Eleazar Sananes ‘Rubito’ y Julio Mendoza, ídolos y rivales en los años 20, recibían el máximo homenaje de la salida en hombros hasta la plaza Bolívar. También merecieron tales caravanas en tardes triunfales, después de 1949, otros como Luis Sánchez Olivares (Diamante Negro) igualmente idolatrado por la afición, y César Girón, primerísima figura con rango histórico y mundial en tres continentes: Europa _España, Portugal y Francia, África -la marroquí Tánger, la argelina Orán y la Casablanca de la costa Atlántica- y América, desde México hasta Perú. Por su parte, ‘Diamante’, 20 años después de ‘Rubito’ y Julio, abrió las puertas de España a la torería venezolana. Conquistó este país en dos temporadas novilleriles.
Un gitano de Ocumare del Tuy
Lucía con flamenquería su torerísima y agitanada
figura, en el albero sevillano, en el sin par amarillo corazón de la tierra de
la gracia y del salero. Era el Diamante del
Redondel. Brilló y llamó la atención a un público tan exigente como el de la
Real Maestranza. Brilló como un diamante con sólo hacer el paseo en medio de
las figuras locales y agigantó ese brillo ante su primer toro de la divisa del
marqués de Villamarta. ¡Parece un gitano, decían los aficionados! Se sobrepuso a
sus toros, nada fáciles, Fue soberbia la primera faena. Mereció música, vuelta
al ruedo y petición de oreja. Había matado impecablemente: con la toledana
hasta el puño en lo alto del morrillo.
En la temporada del 48, ‘Diamante’ fue novillero puntero, el que toreó más y en las mejores
plazas y obtuvo más trofeos, hasta su alternativa en Granada con Paquito Muñoz de padrino y Manolo González de testigo. Confirmó en
Madrid el l8 de junio de 1950 de
manos de Antonio Bienvenida y el
testimonio de Pepín Martín Vázquez.
César Girón, figura máxima
Un auténtico caso fue el caraqueño nacido en la
esquina de Roca Tarpeya, Parroquia de Santa Rosalía, César Girón, completo en todos los tercios y en la suerte suprema.
Triunfador en todas las ferias. Un récord fuera de serie fue el de cortar
cuatro orejas y dos rabos en la feria de Sevilla
en 1954, cuando ese año y en 1956 fue puntero en corridas toreadas en una España pletórica de grandes figuras. En
América cosechó triunfos desde México hasta Perú. Sin mayores detalles y como simples ejemplos por razones de
espacio para este recuento, es bueno destacar la inmensa cantidad de orejas,
trofeos y rabos. Y hasta patas como
la de Lima, algo inusitado en plaza
tan exigente como la de Acho y las
de Córdoba, la Valencia española, Murcia
y Maracay. Además, fundador de una
famosa dinastía: sus hermanos Curro,
Rafael y Efraín, sus sobrinos también matadores de alternativa, hijos de Curro y Rafael_ y el nieto que con el
mismo nombre de César se inicia como
novillero en España. Tratando de su doctorado taurómaco. César Girón al año de ir a España,
como novillero, lo recibió en Barcelona el
28 de septiembre de 1952. De manos de Carlos
Arruza, y Parrita de testigo. La
confirmación en la feria madrileña de San Isidro con Antonio Bienvenida de padrino y el testimonio de ‘Pedrés’. Por cierto que tanto el ‘Diamante Negro’ como César Girón fueron a triunfar a España,
muy jóvenes: el ‘Diamante’ a los
diecinueve años de edad y César a
los 18. Porque para alcanzar validez en el toreo es necesario empezar temprano
y no perder el tempo en el duro camino y en ningún paso.
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