Juan
Belmonte delante del toro a puñetazos mientras Calderón y el mozo de espadas
intentan sacarlo de allí.
Relatos
sobre las anécdotas que se recogen en el libro “Juan Belmonte, matador de
toros” del autor Manuel Chaves Nogales.
La
Novillada en Sevilla constaba de 2 becerritos para Pacorro y cuatro novillos de
lidia, de los cuales dos los debía matar Belmonte, estos eran difíciles y
grandes y además el segundo era un manso de solemnidad.
Las
horas de sueño eran deficitarias y el régimen alimenticio era carencial por lo
que las fuerzas físicas eran mínimas y aún así Juan se deshizo de su primero, después
de dos avisos y con el griterío del público.
Y
salió el segundo, abierto de cuernos, alto de agujas y muy manso. Cuando
Belmonte quería darle un capotazo el novillo salía corriendo y el maestro tenía
que ir corriendo tras él por toda la
arena. Después de correr desesperadamente varios kilómetros el bicho, por fin,
se paró y sin cuadrarlo se perfiló, Belmonte, para darle muerte pero tenía el
animal la cara altísima y aún de puntillas, Juan, no lograba verle el morrillo,
entonces Juan sin pensárselo más se tiró a por él y el “barbas” cabeceó
mandando a Belmonte a la arena y el maestro allí encogido y con los ojos
cerrados encontró el lugar de reposo idóneo para su cansado y extenuado cuerpo.
-¡Que bien se estaba allí!, pero lo bueno se acababa pronto ya que Calderón
presto lo cogía y levantándolo le decía – A ver si consigues cazar a esa
bestia.
Por
segunda vez Belmonte se encontraba corriendo detrás del novillo por toda
la arena echando el pulmón, el animal por segunda vez también lo tiró a la
arena -”¡menos mal!. Todo el tiempo que esté en el suelo no tendré que estar
corriendo”, pero Calderón al rato ya estaba allí levantándolo y poniéndole en
las manos los trastos de matar.
A
la tercera, Juan ya desesperado, opta por entregarse al toro y se tira entre su
cornamenta para que lo matase. Esta vez también acaba en la arena entre las
patas del novillo. Como Belmonte intuía que el animal no hacía por él,
aprovechaba esta coyuntura para encontrarse en esa situación muy a gusto
sintiendo a su lado al novillo cual ángel de la guardia. -¡si pudiera
dormirme!. ¡un ratito siquiera!. Pero Calderón una vez más llegó y Belmonte le
dijo: -¡Es que no puedo, Calderón!.
Belmonte
entró cien veces y le cogió el toro unas 15 o 20 veces y cuando empezaron a
sonar los clarines aquel animal estaba aun vivo como al principio de la lidia.
Cuando por vigésima vez el maestro cayó en la arena el clarín sonó por tercera
vez y entonces Belmonte en un arrebato de ira y juntando todas las fuerzas y energías
que le quedaban se incorporó y totalmente desarmado se puso de rodillas y
desafiando al animal le dijo: -¡mátame, ladrón, mátame!, arrastrándose por la
arena y justo en la cara del animal y cogiéndole por los cuernos le escupió y
empezó a puñetazos con el hocico. Calderón y el mozo de espadas intentaban
sacarle de allí pero Belmonte seguía gritándole: -¡mátame, asesino, mátame!. Galaxia
Taurina @TauroGalaxia
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