Jesús Araujo “Castoreño” Nunca,
pero nunca, un mal aficionado sabrá la ilusión de lo que “cuesta” un muletazo,
pues su embrujo, su talento y su
experiencia no se detiene en profanos, mucho menos en advenedizos sin
credibilidad cultores del palangrismo
por delante.
Pertenezco a la
generación de alumnos de la Escuela
taurina César Faraco del año 68, fue la época de los toros criollos,
imponentes e incomodos que catalogaban la valía
de los aspirantes a novilleros, admiración muda por parte de los
taurinos que les pagaba con sinceros aplausos a su entrega.
Andadura inicial con Nerio Ramirez, Enrique Torres, Leonardo
Rivas, Ali Quintero, Oscar Corredor y Néstor
Rodríguez por esos pueblos de Dios, pasando vicisitudes sin necesidad pero
s el precio del querer ser.
Buena parte de Barinas y el Táchira fueron marco de
mis correrías, también, la monumental, la inolvidable vista alegre de Tovar y
la cascabelera. El Carmelo de Ejido,
alla, en la calle Honduras.
Para adquirir mis
capotes y muletas, traje corto y de luces, trabajaba con mi padre, luego,
cuando el ritmo de actuaciones se acelero, recurríamos a rifas y vendimias que
arrojaban cierto peculio que solventaba ilusiones.
Ay que recuerdos,
alquilar un toro, costaba 1OO Bs. Y si se mataba 3OO, hoy dia, un novillo de
casta oscila según el hierro, unos 5.OOO
Bs. Otro 6.OOO y así sucesivamente.
.
La Escuela Taurina de Mérida es ejemplo en
América de ilusiones ciertas, batuteada por el triunfal torero de plata Fabián Ramirez, sentó un precedente en
cuanto a organización de novilladas promocionales pues ya se acercan a las
seis, festejos que nos han hecho aplaudir, ovacionar, gritar y reír de alegría
al comprobar tanto acierto.
Pero… para escribir
de toros hay que estar en paz con uno mismo, no se debe escribir con plumas con
bilis, ella, va impregnada de envidia,
mala clase y rencor, cosa que lesiona lo mas puro de la integridad de la fiesta,
pero no arruga la inconmensurable afición de los muchachos.
Existe el cronista, ellos manejan la historia de
la fiesta con estilo y elegancia, son duchos y unos libros abiertos pata la polémica,
pues para ello se exige dilatada trayectoria;
esta el columnista que tumba sus primeros pinos y se enorgullece de su teclear;
también esta el articulista que de vez en cuando, plasma letras entretenidas;
le sigue el comentarista que vocea su pasión a través de la radio y culmina el
critico,quien,en el podio de este arte,tiene moral para hablar de los hombres
pues fue torero
Arremeter contra la Escuela Taurina “Humberto Álvarez” de Mérida es darle alas a los enemigos de la fiesta, convirtiéndose
quien esto haga, en enemigo automático de tan bonita y solida ilusión hecha realidad,
pues la tinta con la que los toreros escriben sus gestas, es el sudor que les
moja la bordada pechera.
Llevo 5O años en los toros,
viví la sublimidad del miedo y saboree la grandeza de un muletazo, un buen dia,
cambie la muleta por las teclas y ya son 35 años de puntos, comas, admiraciones
taurinas sin plasmar un mal concepto, unos agradecen al entender, a otros les
queda la precesión por dentro.
Faraco, Antoñete, Campuzano, Silveti, Capea, El Juli,
Bernardo Valencia y hasta el Diamante Negro
agradecieron mis crónicas, muchas veces el amargo sabor del desagradecimiento
revoletea sobre los hombros y es valedero, pero tildar de buhoneros y
mercaderes taurinos a nuevas caras
toreras por la inmitigable pasión de pegar un muletazo, es lanzarse de cabeza a
un pozo de estiércol para disfrutar tal vileza.
A Fabián Ramírez hay que sacarlo a hombros,
apoyar a los directivos de la escuela, agradecerle a Leonardo Salas su denodada
pasión y claro esta, hacer presencia en las novilladas y en las próximas
vendimias para degustar las exquisiteces que allí se venden; entonces, ya saben,
el próximo domingo nos vemos en la monumental para apoyar a la mas bonita de
las fiestas…la supremacía del hombre ante la bestia…
Vuelta al ruedo y
ovaciones.
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