lunes, noviembre 14, 2011

Un torero en Wall Street



Juanma Lamet. El famoso toro de Wall Street simboliza la prosperidad financiera, esa gran desconocida. Pero esta escultura, situada en el epicentro financiero del mundo, junto a la bolsa de Nueva York, se ha convertido también en el icono de los últimos excesos del capitalismo turboliberal. Y eso que el toro tiene difícil engaste en la penuria y los desplomes que vive la economía hoy por hoy. Más bien al contrario: a los alcistas de la bolsa los llaman toros, pues los astados derrotan hacia arriba; a los bajistas, osos, ya que estos animales atacan hacia abajo.

Pero el toro es ya un icono del corazón del capitalismo. Para bien o para mal. Y el pasado 9 de noviembre un grupo de activistas quiso escenificar una "corrida" (eso dicen ellos, claro) para someter, simbólicamente, al toro de los mercados.


Como cuentan en Yes Lab, el incidente comenzó cuando dos activistas vestidos de payasos, Hannah Morgan y Louis Jargow, escalaron las vallas que protegen a la broncínea escultura, un burel veleto de 3.200 kilos y con hechuras elefantiásicas. "En cuestión de segundos", agentes de la policía redujeron a los dos payasos.

Pero eso era una cortina de humo para distraer a los agentes. Mientras tanto, un activista disfrazado de torero saltó sobre el vehículo de patrulla estacionado delante del toro y "presentó su capa de color rojo sangre de la bestia". O sea, un capote con el color de una muleta.



"Me preguntaba si yo, matador neófito, podría derribar a este gigante, de fama mundial por cargar en pos de los beneficios, mientras pisotea al trabajador medio", enfatizó el activista toricantano. "Pase lo que pase, yo sabía que tenía que intentarlo", arguyó.

Los agentes de policía no se dieron cuenta de que el matador estaba allí, ocupados como estaban con los payasos.

"¡Este toro ha arruinado millones de vidas!", lamentó el payaso Jargow mientras yacía en el suelo boca abajo. "Sin embargo, él y sus cómplices han sido recompensados con miles de millones de dólares de nuestros impuestos". Y añadió, en español: "¡Un escándalo!".

Los payasos fueron acusados de "conducta desordenada" y puestos en libertad una hora más tarde. Y volvieron a la zona con bombos y platillos.

El torero espontáneo salió ileso... y su labor fue premiada con el silencio.






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