sábado, noviembre 05, 2011

A propósito de La Ópera Carmen en Mérida


Tovar, 27 de octubre de 2011

Sr. Carlos Rosales Oballos

Me informaron que el viernes de la semana pasada tuvo lugar en el principal teatro del Centro Cultural "Tulio Febres Cordero" la escenificación de la gran ópera "Carmen" y que, de dentro de ésta, mientras se oyen los olés de la corrida de toros, un personaje que no está en el libreto, camina frente a la plaza levantando una pancarta en la cual se lee: "No a las corridas".

En 1960 yo fui uno de los miles que acudieron a ver esa inolvidable ópera, cuya puesta en escena dispuso el presidente De Gaulle con motivo de la visita a París de Nikita Jruschov. Recuerdo que al compás de la marcha de El Toreador desfilaron en el inmenso escenario majas y majos, con su atuendo característico, así como también caballos, burros, perros, lo que exhaló un aire de fiesta brava que deleitó a los parisienses, pues la presentación de la obra, que se prolongó por toda una temporada, fue reseñada por la prensa con gran admiración.

La información me la trajo de Mérida Alfonso, quien sabe de música y quien quedó muy satisfecho con esa "Carmen" que presenció el pasado fin de semana; pero él no pudo reprimir la risa cuando vio al intruso con la inesperada pancarta en sus manos. A mí me habría provocado una carcajada, porque ¿habrase visto algo más fuera de tiempo y lugar que una protesta de los actuales antitaurinos alzada dentro de una ópera tan bella y digna de respeto, y que está ambientada en la época en que Prosper Merimée concibió su novela , que fue la que inspiró a Georges Bizet, el ilustre compositor de Carmen?

Menos mal que el desfile de animales, que es potestativo del director, no fue reemplazado por uno de motocicletas. El que tuvo la osadía de poner ese huevecillo en nido ajeno debió de ser un humorista, o más bien un satírico, como Job Pim, quien al leer en la Biblia que había un personaje llamado Manué, puso a hablar a éste y a sus circunstantes, como si hubiera nacido en el barrio sevillano de Triana, donde pronuncian Manué en vez de Manuel. O como el autor de la tira cómica "Olafo", en la cual unos vikingos ornados con cuernos aluden al cobrador de los impuestos y a la cantina donde acuden para beber cerveza y para comentar las incidencias de la Inglaterra del siglo XXI. O como Miguel Otero Silva, quien al escribir uno de sus poemas humorísticos se refirió a otro personaje bíblico, el casto José, señalándolo como el primer torero de la historia.

Aunque es larga, perdone que le transcriba la parte final de su teatro para leer

"Origen de las corridas de toros":

"Madame Putifar, que ahora tiene a José al alcance de su mano, le zumba un zarpazo y le arranca la túnica, dejándolo en paños menores, que para aquella época no se usaban. Y en ese preciso instante, por una fatal coincidencia, entra a la alcoba sorpresivamente Putifar en persona.

Madame Putifar a José: - ¡Encomiéndate al Buey Apis que apareció mi marido! (Putifar es un ejemplar de varias arrobas, berrendo en colorado, con mucha pólvora y unos cuernos por las nubes. Al ver a José desnudo y con la túnica en la mano, se le abalanza esgrimiendo un machete primitivo que usaban los egipcios para cazar cocodrilos. A José no le queda otro recurso sino defenderse con la túnica y propinarle con ella a Putifar seis verónicas con los pies juntos y las manos bajas, de pura estirpe gitana, que remata con un recorte ceñidísimo y pinturero. José (acariciándole un cuerno a Putifar en un desplante temerario):

- ¿Por qué me quieres matar, Putifar, si soy tu amigo? Entre tu mujer y yo ningún miriñaque ha habido y si me hallaste desnudo fue porque la doña quiso en un arranque amistoso que le mostrara el ombligo. En vez de manchar tus manos con la sangre de un judío préstame cincuenta rupias y me marcharé de Egipto.

Putifar vacila un instante, luego se apacigua, descuelga la escarcela de su cintura y le presta las cincuenta rupias que José le pide. Son las "banderillas". Sin embargo al sentirse banderilleado, Putifar se enardece con el castigo y vuelve a embestir.

Putifar: - Con este puñal sangriento voy a matarte, cretino. José (cayendo de hinojos): - Perdóname la existencia, ¡de rodillas te lo pido!

Lejos de perdonarlo, Putifar vuelve a la carga, macheristre. A José, arrodillado e indefenso, no se le ocurre sino desprender una cortina que le queda cerca. Y ahí mismo, aguantando mecha con las dos rodillas en tierra, le da al Gran Visir dos ayudados por alto y uno de pecho que son una preciosidad. Después se levanta, se pasa la cortina para la izquierda y dibuja seis naturales seguidos, doblando la figura como los grandes y sin moverse un palmo de terreno. Putifar se detiene un instante a tomar aliento.

Madame Putifar a José: - Si no te defiendes, Pepe, te matará ese bandido, y si tú falleces, yo falleceré de fastidio. ¡Toma esta lanza caldea de mi abuelo Ramsés Quinto y sin compasión de Dios clávasela en el morrillo!

José toma la lanza de manos de tan fastuosa moza de estoques, se perfila frente a Putifar y, cuando éste arranca una vez más sobre él, logra una perfecta estocada recibiendo, que tumba al Gran Visir en redondo, sin puntilla y listo para el arrastre.

Madame Putifar (sacando el pañuelo): - ¡Qué gran torero en la plaza ¡Qué salero y qué tronío! ¡Qué faena y qué estocada! ¡Mi José!, ¡Mi Joselito! Y, mientras cae el telón, Madame Putifar le concede la oreja y otros apéndices a José.

Los anacronismos tienen gracia, es innegable; pero otras gracias se nos ocurren cuando se las damos al que dirigió a "Carmen" el pasado fin de semana en Mérida, por haber puesto en ridículo a los que creen lesionar el buen nombre del arte taurino cuando se meten donde no los llaman. Reciba, en su carácter de Defensor del Aficionado Taurino, esta carta que le remite un amigo de las corridas y, desde Luego, de usted,

Alfonso Ramírez

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