domingo, octubre 30, 2011

Un hasta luego para el amigo defensor de la fiesta brava


Franklin Pineda Simancas. Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, porque es tan corto nuestro paso por este planeta, que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con la inmensidad de una mente que no tiene límites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.


Hoy escribo estas humildes palabras para expresarles lo triste que me siento; una tristeza que embarga mi alma y mi corazón, por haber perdido a un gran amigo y maestro. Un hombre que me enseñó a defender con fervor y amor los toros; ese hombre que dedicó toda su vida amar con toda pasión y devoción el mundo taurino. Un hombre que decidió morir defendiendo lo que más admiraba; nunca se rindió, siempre luchó sin importar cuán enfermo podía estar.

Se me vienen muchas cosas a la cabeza. El momento cuando recibí la noticia, fue muy impactante para mí, sentía una fuerte presión en el pecho, un nudo en la garganta, y es porque no le pude decir adiós y expresarle mi total agradecimiento y cariño; porque gracias a él, tengo la oportunidad de escribir para este diario.

Todo empezó, en el año 2009 cuando fui para la comisión taurina con motivo de entrevistarlo, ese día hablamos mucho, nuestra conversación fue netamente sobre los toros de lidia y las corridas. A partir de ese día, nos llamábamos para intercambiar información sobre cualquier noticia, y fue así como poco a poco fue naciendo una bonita amistad. Al doctor Dos Santos (como solía llamarlo) lo veía más como un padre, no solo era por la diferencia de edad que había entre ambos, sino porque él me lo demostraba con sus acciones de afecto; me hacía sentir como su hijo.

Fue un pilar fundamental para el comienzo de mi carrera como cronista taurino. Muchos fueron los consejos, pero a la vez muchos fueron los llamados de atención, los que me sirvieron para moldear lo que soy hoy día. Compartimos grandiosos momentos. En el 2010 asistimos a las corridas de San Cristóbal y Mérida, con motivo de las ferias.

Muchas fueron las discusiones que tuvimos, hasta tal punto de dejarnos de distanciarnos, y romper una amistad que venía creciendo a lo largo del tiempo. Pero, Dios me concedió la dicha de poder reivindicarme con él, no sé si me lo concedió porque se iría pronto (aunque estoy seguro que fue así); y me siento muy contento, por haberlo hecho. El haberle pedido disculpas, fue lo mejor que pude haber hecho; ya que tuve la oportunidad de conversar nuevamente con él como en los viejos tiempos.

Lo visité varias veces, y le aconsejaba que cuidara más su salud, que descansara y hasta le insinuamos se hiciera un chequeo médico. Un día antes de su muerte, lo llamé; conversamos mucho, y me dijo: «Tranquilo, ya me encuentro mejor, poco a poco me estoy recuperado, quédate tranquilo que vienen cosas buenas para la fiesta». Me sentí aliviado y feliz, porque el doctor Dos Santos, según me aseguró se estaba recuperando poco a poco. Y nuevamente lo tendríamos en el palco principal de la plaza de toros, presidiendo las corridas de este año.

Fue un luchador inalcanzable, de carácter fuerte y dominante, pero a la vez noble; defendió por todo lo alto la fiesta brava; incluso, decidió iniciar una escuela taurina en la ciudad de Maracaibo, organizaba las tertulias los días miércoles en la plaza de toros, en fin, cuántas cosas pudo hacer en vida, que hoy en día se las agradecemos con toda sinceridad.

Amaste nuestra plaza de toros La Trinidad al punto de pelear con cualquier persona en su defensa, en tus pensamientos estaba organizar festivales con la ayuda de todos. Ahora, guíanos desde el cielo para que la fiesta brava este siempre viva.

Fue un maestro y doctor de la vida taurina; vivió grandes experiencias y a su vez enseñó a muchas personas, que como yo nos iniciamos en este medio de la comunicación. Quisiera poder decir muchas cosas más, ya que el tiempo para decirlo no me alcanzaría, pero, resumiendo todo y sobre todo por el sentimiento que este hombre despertó en mí. Estoy muy orgulloso de toda su labor, seguiré defendiendo la fiesta brava, hasta el final de mis días, tal como él me enseñó. Gracias doctor Dos Santos, por haber compartido conmigo gratos e inolvidables momentos, y por ser más que un amigo para mí, usted era como un padre. Desde ahora verá las corridas desde las barreras del cielo acompañado de grandes aficionados taurino. Mil gracias, y que Dios lo tenga gozando en su gloria eterna. Amén.

«Las tristezas no se quedan para siempre cuando caminamos en dirección a lo que siempre deseamos», Paulo Coelho.

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