lunes, octubre 17, 2011

Por un puñado de dólares…

José Ramón Márquez. En la deriva que el espectáculo de los toros va tomando, asimilándose cada vez más a los combates de boxeo amañados, está a punto de producirse otra vuelta de tuerca, que es el ensayo general de la corrida en la que se ha abolido la muerte del toro, tal y como esperan perpetrarla en Quito. Allí se van a ir los matadores de toros españoles que atienden por Enrique Ponce, El Fandi, Talavante, Abellán, Rafaelillo, David Mora, Iván Fandiño y Ruiz Miguel a actuar de comparsas, por un puñado de dólares, en un nuevo ataque a la Fiesta de la que se ha eliminado lo que constituye su esencial razón de ser.


Sin duda todos los que se han apuntado sin más ni más a esta corrida Disney se habrán manifestado muy ufanos en contra de la abolición de Barcelona. Paradójicamente a ninguno de ellos le parece mal participar en esta agresión a la misma esencia de la corrida de toros.

Creo yo, sin que esto sea un eximente para nadie, que en esta ocasión la mayor responsabilidad del desaguisado le corresponde a Enrique Ponce, porque su negativa a participar en este simulacro de corrida hubiese llevado a otros toreros de menor fama a pensarse con mucho detenimiento su participación en esta inmunda mascarada, a la que, lo quiera o no, el de Chiva está avalando con su nombre.

Y conviene recordar que si no fuera por el toro, a quien Ponce debe todo lo que es, Enrique Ponce Martínez sería hoy día un zapatero calvo casado con una señora de su casa. Al toro le debe Enrique Ponce su pelo, su mujer, sus dineros y su fama; por ello no estaría de más que demostrase un ápice de dignidad, de grandeza y de amor a su oficio y que se negase a participar en ese carnaval, deplorable ‘pressing catch’ taurino, que se han montado.

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