Estas palabras que sirven de entrada a este "post" no son mías, - no escribo con esa prosa tan elevada -, son de Carlos Abella, y manifestadas en el Diario El País, que rescato de la memoria para identificar el momento histórico que aconteció ayer en la plaza de Valencia.
Ayer, cuando oía desde una emisora nacional, los olés, y la emoción desgarrada de una figura del toreo comentando la épica de la faena del quinto de la tarde, me afligí y pude comprobar que sin perjuicio de matices y epopeyas, el Maestro José Tomás, es sin duda, el mayor exponente actual del valor, en el que se resucita el miedo a tanto corazón e improvisación.
Pudiera decirse que Tomás ayer no realizó su mejor faena, e incluso a lo mejor no se merecía esa segunda oreja, - que no juzgo porque no estuve allí -, pero la esencia de la magia de la tarde de ayer estaba en la ilusión de todos los aficionados, en volver a sentir unos valores y unas sensaciones que ningún otro torero ha sido capaz de exteriorizar, y de ahí la diferencia fundamental para comprender la tauromaquia del diestro de Galapagar. ¡¡Feliz regreso del miedo!!.
Ese elemento es un matiz que diferencia al espectáculo taurino de cualquier otro, y ese miedo debe venir predeterminado por el toro, principal elemento, y el torero, que debe hacer frente a ello, para derivarlo a los espectadores, y crear con ello un sentimiento, y derivarlo a un espectáculo público singular.
Con la tarde de ayer, vuelve la fiesta a recobrar un elemento importante de nexo común, y José Tomás oxigena los pilares fundamentales de la fiesta nacional, - que hace mucha falta - y da sentido a este espectáculo, que por su propia inercia se encontraba (se encuentra) dormido y sin originalidad alguna. Sigamos por ese camino.
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