Admiración.
Es corriente escuchar: “yo respeto a todos los que se ponen delante de un toro”. Pues bien: respeto se debe a todos; admiración es lo que se reserva para unos cuantos, entre ellos los toreros, por el riesgo de su profesión.
Tópicos.
Los refranes son sentencias de carácter popular. La fiesta tiene los suyos: “para los toros sol y moscas”, “no hay quinto malo”, “de toros solamente saben las vacas”, “en la fiesta el más noble es el toro y le matan”, etc. Hoy son tópicos, frases manidas que no se corresponden con la fiesta actual.
Negativos.
Hay quien afirma continuamente: “las ganaderías están muy mal”, “no hay ningún relevo en los toreros”,” todo es una mafia”, “esto se acaba en quince años”. Si te cierras en lo negativo acabarás por no apreciar lo positivo, serás un “nihilista” que ahogarás tu propio disfrute.
Cándidos.
Tampoco es cuestión que aplaudas todo lo que veas por aquello que a la plaza va uno a divertirse. Hay que tener un mínimo espíritu crítico y así se puede valorar mejor, en su caso, lo que se hace bien en la plaza.
El toro.
Fíjate en el toro desde la salida y sigue su juego en la plaza: si derrota en el burladero, si se desplaza en la capa, si echa las manos por delante, si embiste más franco por uno de los pitones. Todo ello te da ya un avance de su juego en otras suertes aunque el toro puede cambiar de comportamiento en cualquier momento de la lidia.
El toreo.
No hay que obsesionarse sobre una técnica definida en el toreo. A veces hay que adelantar la muleta, otras citar con ella retrasada al toque, según se desplace el toro. En ocasiones es necesario cruzarse, otras torear al hilo, incluso utilizar el denostado “pico” si el astado se revuelve enseguida (por ejemplo los toros “zapatilleros”). El buen toreo es una sensación de conjunto, es técnica, valor y arte a la vez, y todo en armonía. Y suele apreciarse como una buena obra aunque no sepas deslindar los materiales que ha empleado para ello.
Sin vocear.
El buen aficionado no grita, no hace aspavientos, opina, acaso protesta, pero con mesura. Y, sobre todo, no insulta pues valora con seriedad y conocimiento la dificultad intrínseca para hacer el buen toreo. Y si te ha gustado la faena, saca el pañuelo (lo castizo), o airea la almohadilla (lo cómodo), pues el presidente no tiene aparato de medición para gritos y silbidos a la hora de conceder un trofeo.
La espada.
Hay quien tiene verdadera obsesión con la espada y exige una colocación casi matemática. Ten en cuenta la realización y la decisión para matar al toro, pero considerando siempre que son dos fuerzas en movimiento, toro y torero, y es muy difícil colocar la espada en lo alto y en buena dirección.
El campo.
Cuando tengas ocasión vete al campo del toro para comprobar lo difícil que es conseguir genéticamente un toro bravo de verdad y encastado. Otra cosa es que algunos no quieran el toro con casta. Y en ese campo disfruta de la belleza y el comportamiento del toro, del enigma de su bravura, y así sentirás más cuando se le disminuye su integridad.
Contraste de opiniones.
Lee alguna crítica o comentario periodístico del festejo. Así podrás contrastar lo que has apreciado con lo que han visto otros, quizás más experimentados. Y enriquece tus conocimientos cuando puedas. Ver una corrida de toros no es fácil pues todo transcurre muy deprisa, y si no, la vuelves a ver si la tienes grabada y comprobarás cuantos detalles pasan desapercibidos en directo. Cultoro.com
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