Sabio Artista colombiano, mostrándonos las verdades del Arte en una protesta antitaurina. |
En defensa de la fiesta brava Las protestas ven la luz en su forma moderna en los epílogos de las organizaciones sociales que se revelaron contra la revolución industrial; desde entonces, la marcha y la protesta han sido un diagnostico fundamental de las tensiones sociales, aunque también se han convertido en el medio de visibilizar las minorías que, de no ser por el medio de su libre expresión y la libertad de movilización, se verían anuladas, que no inexistentes, en la marisma de las mayorías. De tal suerte, los antitaurinos han usado este medio para fijar su inconformidad ante la existencia del Arte y la Cultura, pues es imposible que de otra manera (artística o cultural) puedan participar en el debate, siendo el griterío y la movilización de menguados grupos ante las Plazas su medio de hacerse sentir.
Una protesta antitaurina, aparente arrebato de solidaridad por el maltrato animal, es ciertamente un conjunto histérico y falso de personas que, lejos de las protestas y el mundo del Toro, apoyan en otras maneras el maltrato animal verdadero. No será menester hablar de los asistentes ataviados de cuero, de los que antes durante y después de protestar han de comer carne (un millón de veces más maltratada que el Toro), ni de aquellos asistentes movidos por motivos de simple rechazo social; hablaremos sí de la lógica de la lucha contra el maltrato animal, nunca llevada más allá del limite acomodado e hipócrita que supone luchar contra la Tauromaquia.
Una protesta antitaurina consiste en la reunión de una cuadrilla de eruditos y sabios cerca a las plazas de toros, cuadrilla variopinta que tiene debilidad por las temperas color rojo y los palos de escoba a los que se sujeta con alambre dulce las consignas resultantes de su grave y seria meditación sobre el maltrato; tal cuadrilla ha de avanzar en dirección a la plaza gritando consignas (también resultantes de sus disquisiciones eruditas), emulando las recuas de bestias que invaden los campos con un escándalo inusual, para así arribar a la Plaza de Toros, situarse en el sitio permitido, y seguir gritando las conclusiones de su reflexión académica. Qué gritan? Conclusiones intelectuales de la laya de “no más olé” (inflexión vallecaucana de “no más huele” usada para compartir la roca de cocaína, pues sabida es la especial inclinación de los ecologistas por la naturaleza, especialmente la fumada o aspirada) o “sangre y alcohol, brutal legado español” (usada para significar la tradición abstemia y fobohematica de los indígenas colombianos, quienes nunca tomaron licor fermentado de maíz, ni practicaron sacrificio ni consumieron bestia alguna) o “quien confunde la cultura con la muerte, es una persona decadente”(para significar la elemental ignorancia en temas culturales de civilizaciones con tradición tanática, como la egipcia, la griega, la romana, o todas!)Y similares afirmaciones que les eleva a un nivel intelectual que haría sonrojar a un Borges o a un Newton.
Una protesta antitaurina, aparente arrebato de solidaridad por el maltrato animal, es ciertamente un conjunto histérico y falso de personas que, lejos de las protestas y el mundo del Toro, apoyan en otras maneras el maltrato animal verdadero. No será menester hablar de los asistentes ataviados de cuero, de los que antes durante y después de protestar han de comer carne (un millón de veces más maltratada que el Toro), ni de aquellos asistentes movidos por motivos de simple rechazo social; hablaremos sí de la lógica de la lucha contra el maltrato animal, nunca llevada más allá del limite acomodado e hipócrita que supone luchar contra la Tauromaquia.
Una protesta antitaurina consiste en la reunión de una cuadrilla de eruditos y sabios cerca a las plazas de toros, cuadrilla variopinta que tiene debilidad por las temperas color rojo y los palos de escoba a los que se sujeta con alambre dulce las consignas resultantes de su grave y seria meditación sobre el maltrato; tal cuadrilla ha de avanzar en dirección a la plaza gritando consignas (también resultantes de sus disquisiciones eruditas), emulando las recuas de bestias que invaden los campos con un escándalo inusual, para así arribar a la Plaza de Toros, situarse en el sitio permitido, y seguir gritando las conclusiones de su reflexión académica. Qué gritan? Conclusiones intelectuales de la laya de “no más olé” (inflexión vallecaucana de “no más huele” usada para compartir la roca de cocaína, pues sabida es la especial inclinación de los ecologistas por la naturaleza, especialmente la fumada o aspirada) o “sangre y alcohol, brutal legado español” (usada para significar la tradición abstemia y fobohematica de los indígenas colombianos, quienes nunca tomaron licor fermentado de maíz, ni practicaron sacrificio ni consumieron bestia alguna) o “quien confunde la cultura con la muerte, es una persona decadente”(para significar la elemental ignorancia en temas culturales de civilizaciones con tradición tanática, como la egipcia, la griega, la romana, o todas!)Y similares afirmaciones que les eleva a un nivel intelectual que haría sonrojar a un Borges o a un Newton.
Erudito indiscutible con su expresión sagaz, portando una pancarta que dice SALVAJES. |
Y quién participa en estas manifestaciones multitudinarias de fervor animal? Realmente menos de 80 jóvenes, con menos de media docena de personas mayores, quienes van marchando y paran a perder en el lugar asignado. No es sorpresa que la antitauromaquia de todo el mundo venda muy caros sus “triunfos” y afirmen que son un “éxito total” sus movilizaciones más bien pobres y deprimentes, que afirmen que su no concurrido festival de gritos constituye una mayoría aplastante frente a la “minoría estadística” que les supera por miles y miles dentro y fuera de la Plaza cada tarde, ni que el público asistente a tales movilizaciones sea más bien sospechoso. Retomando la pregunta, a las manifestaciones antitaurinas van, en una mayoría innegable, jóvenes y jóvenes que no superan ni las dos décadas de vida, aunque ello no impida que sean las personas más versadas y sabias en temas de Arte y Cultura, más aún en tratamiento animal, ni que sus verdades sean tan claras y redondas como el mismo Sol. Sorprende y enorgullece que nuestra juventud no vea en su poca experiencia vital un impedimento para creerse desde ya las autoridades últimas de historia de arte, teoría de la estética y teoría cultural. De todas formas, es el “grueso” del público asistente a las manifestaciones antitaurinas, y ello debe indicar, con toda gravedad, dos cosas: la primera, que desvirtúa totalmente la seriedad de todas estas manifestaciones, al ser su constante y causa de sí el simple juego de mentes adolescentes ignorantes de la vida, la sociedad y sus problemas, el Arte, la Cultura, etc; la segunda: que la motivación que empuja a estos jóvenes hacia estos simposios del pensamiento no es la aparente “defensa contra el maltrato animal”, sino que corresponden más bien a un encadenamiento de sus gustos (música, lectura, amistades) que se responden con las ideas de izquierda. Innegable pues que la mayoría de jóvenes asistentes a estas protestas sean izquierdistas o anarquistas derivados de las “tribus urbanas”, innegable también que aterricen en la protesta por lo que dicte una o dos canciones, desconociendo el carácter plural de los Toros, admirados y amados incluso por personalidades de izquierda de la talla de Ernesto el Ché Guevara, por ej. Como sea, tal es la suerte de personas y la suerte de actos realizados en una protesta antitaurina.
Ché Guevara en la Plaza de Toros de Las Ventas, disfrutando de una corrida de Toros. |
Ahora, que su trasfondo guarde cierta repugnante hipocresía, que su lucha esté equivocada y que sus agentes son bajos y mendaces, cierto. Si el motivo fundamental de estas movilizaciones es el maltrato animal no se entiende como es que NUNCA, léase bien, NUNCA tales protestas se presenten contra otras formas, esta vez ciertas, de maltrato animal: nunca se les ha visto protestando en contra de los mataderos de reses, ni en contra de las fábricas de gelatinas o maquillajes o manufacturas resultantes del uso animal, nunca se les ha visto protestando en los sitios donde tienen lugar las peleas de gallos o de perros, nunca se les ha visto protestando en las fábricas de salchichas ni en las productoras avícolas, nunca se les ha visto protestando en los sitios de apeamiento de los transportes con tracción animal que aún subsisten en Colombia, nunca se les ha visto protestando contra la constante contaminación de nuestros ríos que afecta a las especies acuáticas, nunca se les ha visto protestar frente a las expendedoras de carne y derivados animales, nunca se les ha visto protestar en contra de la distribución de productos químicos para la supresión de plagas (ratas, gatos, pulgas), nunca se les ha visto reclamar airadamente por nada de esto, aunque también esté presente el maltrato animal que les hace armar cuadrilla y luchar en contra de nosotros, aunque hasta aquí llegue el hedor de su repugnante hipocresía consistente en el especismo acomodado, defendendiendo a las especies más fáciles de atacar, en lugar de luchar rectamente y contra todo maltrato animal. Entonces es falso de toda falsedad que la motivación de la antitauromaquia sea el maltrato animal, como ya se demostró con las actuaciones de esta clase de cuadrillas furiosas, todas llenas de gentes bajas e inmorales; la antitauromaquia sólo es entendible en cuanto a que es un punto fácil de atacar, al hallar cierto respaldo en la población desinformada, población que sin embargo tiene una postura neutral, al no participar activamente en las movilizaciones ni campañas antitaurinas. Si estas cuadrillas lucharan en contra del consumo de carne, entonces encontrarían una hostilidad general en los países del Toro, por ello, su lucha solo puede ser viable si atacan el punto más apartado del uso animal, al ser tal uso uno que se especifique como Arte y Cultura. En cualquier caso, las protestas no son más que manifestaciones minoritarias (la más grande ha sido en Barcelona, con 5 mil personas, con las cuales no se llena ni la mitad de La Santamaria, siendo las plazas de España muchísimo más grandes) y accidentales, de jóvenes que en últimas no repiten su asistencia, ni sus actos, y la lucha de los animalistas se reduce al triste arreón de un grupo cuya extravagancia quieren imponer a toda costa, gritando, balando, marchando, con la cara y el cuerpo manchados de pintura roja. Fulminante mayoría, exactísimos métodos.
Será necesario creerles? minoría mentirosa, hipócrita, falaz, insolente, equivocada, no tanto como pretender que ellos sean los que transformen nuestra sociedad y sus valores.
Será necesario creerles? minoría mentirosa, hipócrita, falaz, insolente, equivocada, no tanto como pretender que ellos sean los que transformen nuestra sociedad y sus valores.
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