Espectacular actuación del extremeño que corta dos
orejas y sufre una cogida tremenda en Albacete
Instante en el que el quinto prende de fea manera de la taleguilla a Perera al entrar a matar, ayer, en Albacete Efe |
Patricia Navarro. Albacete. Albacete.
Cuarta de feria. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, muy serios, bien
presentados y parejos. El 1º, irregular y brusco, no permitía errores; el 2º,
malo y peligroso; el 3º, rajado y con guasa; el 4º, complicado; el 5º,
manejable y colaborador; y el 6º, complicado y deslucido. Casi lleno en los
tendidos.
Finito de Córdoba, de azul y plata, dos
pinchazos, estocada corta, descabello (pitos); estocada (silencio). Miguel
Ángel Perera, de tabaco y oro, estocada defectuosa (aplausos); estocada (dos
orejas). Alejandro Talavante, de sangre de toro y oro, pinchazo, estocada
(silencio); dos pinchazos, metisaca (pitos).
Lo liviano vino antes y el miedo nos atrapó
después. Esas cosas ocurren en la arena. A Miguel
Ángel Perera le sacaron a saludar antes de que saliera el segundo, su
primer toro. Había motivos, los triunfos, el año que lleva, el pregón...
Esa levedad, la parte bonita, el reconocimiento
duró un suspiro, o menos si lo comparamos con lo que vino después. Un torazo
abandonó la puerta de toriles para nunca volver y lo que pasó desde entonces
hubiera sido un calvario para muchos, muchísimos. Un fuenteymbro serio,
asomando sus puntas, astifinas, hondo el toro y la arista que da el giro brusco
a la historia: un criminal. Lo cantó en banderillas para quien lo quiso ver y
cuando Perera se puso con la muleta
era todo incertidumbre: con una colada al pecho las despejó de golpe el toro.
Desarrolló el bruto una guasa de nota, siempre escarbando, a la espera, a la
caza, aguardando el momento exacto de hacer presa. A Perera no se le movió un alamar. Más allá del mal, se puso como
siempre. Se jugó la vida sin buscar cobijo en nada que no fuera la verdad.
Íntegro. Librada la batalla se avecinaba lo peor: cruzar la suerte de matar con
el toro a la espera. Ese toro era de los que quitan el sitio a cualquiera y en Perera no quedó sombra.
Lo que vino después fue inverosímil. Para
privilegiados, porque esto sí permanece en la memoria. Fuera de lo común. Como
fuera de lo común y lejos de los mortales de carne y hueso que sufrimos y
padecemos fue el dios Perera.
Primero en un desafiante quite, que culminó cerca de la gloria con una larga.
Le precedieron chicuelinas y tijerillas y como base de todo eso, el toreo
cimentado a cámara lenta. Otro mundo es posible. Al centro del ruedo se fue
después, dos pases cambiados por la espalda y una lección de cómo mecer la
embestida de un toro manejable y colaborador pero potenciado en sus manos para
limar asperezas, que las hubo. Esa exhibición de poder llegó a quitarnos la
respiración cuando remató la faena con luquecinas, pero de qué manera. Ahí
estaba la vuelta de la moneda del día anterior, la diferencia entre hacerlo y
parecerlo.
El
endiablado Perera se quedó entre los
pitones, agonizando todos menos él, imperturbable, inamovible, inaccesible al
miedo. Entre los puñales, deleitándose a milímetros, ni eso, hasta hacer de
aquello un laberinto inverosímil y colosal. Un portento. A ese sometimiento tan
brutal del hombre se rebeló el toro cuando se sintió libre y en la suerte
suprema... Tremendo momento. Qué angustia. Le cogió de la ingle, más o menos y
le despedazó la taleguilla entera. Si ese pitón hace carne... qué manera de
convivir con la tragedia. La dimensión de Perera
no tuvo fin con una mala corrida de Fuente Ymbro, que puso en más de un
apuro a la terna.
A Alejandro
Talavante también se le vino enfilado el tercero con la única idea de
quitarla la cabeza. Qué bárbara la colada. A partir de ahí, la cosa fue
navegar. Como con las complicaciones del sexto.
Finito de Córdoba se justificó con un primero que
pasaba en la muleta, aunque tuvo también ese punto de brusquedad. El cuarto,
escarbando, reservón, no fue trago dulce, y más con la presencia del toro de
esta plaza, que iguala a muy pocas de máxima categoría. Perera, a secas.
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