EL VITO
Cuando se
abrió la puerta de cuadrillas este domingo en Maracay, saltaron a las arenas de
la Maestranza cual las serpientes que se esconden la Caja de Pandora del toreo
nacional, el ánfora dónde se guardan todos los males que aquejan nuestra
fiesta, pero que han sido incapaces de dar la cara ante el toro cuando las
circunstancias así lo han requerido.
Como chiste se plantó el cartel de toreros, presto a hacer el paseíllo que no pudo realizar en el momento acordado, porque los señores picadores, sus subalternos, se negaban salir a torear.
Cosas de
los sindicatos, no cabe duda, pues son en Venezuela los gremios los que con su
mediocridad socavan la fiesta de los toros en la misma forma como lo ha venido
haciendo el Lago de Valencia con urbanizaciones en sus playas y con la vieja
autopista del centro: la arruina, sin dar la cara y con cierto apoyo de
una autoridad incompetente.
Al mismo
tiempo surgieron en los tendidos las protestas de algunos "porque no había maracayeros en la terna", como si
los tres andinos no fueran venezolanos. Ignoran quienes así protestan en
Maracay su propia historia, porque desde
que era un paso del camino entre las grandes capitales al alba del siglo XX,
Maracay creció al convertirse, gracias a Juan Vicente Gómez en el más
central de los pueblos andinos.
Superadas
las escenas tragicómicas, "vayamos
al toro que es una mona", como decían los antiguos.
Se hizo
justicia con un buen torero tachirense, un gran torero venezolano como es César
Vanegas, al incluirlo en el cartel. Justicia que vale también para Rafael
Orellana, desde este momento líder del escalafón. Con ellos el de Cagua, José
Alberto García, torero de detalles que como casi todos los espadas
nacionales sólo pide más oportunidades para desarrollar oficio y amparar su
buen gusto como torero. Se le notó su clase, aunque pasó de puntillas por la 19 de Abril.
Y son más
oportunidades las que los venezolanos adquirirán, de existir más empresarios
como Mario de Guglielmo que ha atrevido "ofender" la
maracayería.
Vale la
pena destacar al ganadero Juan Campolargo, quien envió un encierro de
pinta muy variada y de interesante comportamiento. Toros que pelearon en
el caballo y que llegaron con gas, sin pararse, al final de la lidia. Campolargo
puso en la vitrina un jabonero claro, al que hay quien lo defina como albahío;
otro toro colorado encendido, muy en lo que llaman retinto: un burraco, dos
toros negros listones y un zaino que sirvieron una mesa de divertimento para el
tercio de plaza que asistió a la Maestranza de la 19 de abril.
Los dos
triunfadores fueron César Vanegas y Rafael Orellana, los andinos,
como ha ocurrido en la historia de la Ciudad Jardín dejaron muy alto el
crédito de los toreros de las cumbres andinas.
La gente del Calicanto descubrió a un Vanegas
variado, de tersos lances a la verónica y de eficiencia en banderillas.
Poderoso con la muleta el torero de Seboruco, no anda demasiado atinado con la
espada y, sin embargo y a pesar de sus yerros, fue premiado con dos orejas, una
en cada toro.
Y dos
orejas también para el buen torero de Tovar, Rafael Orellana. Torero de
mucha clase que, con una pizca de oportunidades se colocaría en un sitio
envidiable que, seguramente, favorecería a las empresas al convertirse en un
consentido de la afición. Insisto, sí señor, en lo de buen torero de
este andino que ayer acompañó a Vanegas a cruzar el umbral de la Puerta Grande
de Maracay
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