Enrique Ponce fotografiado por Javier Arroyo
en la Biblioteca de la Real
Academia de BellasArtes de San Fernando. Esta imagen forma parte de la
exposición Paseíllo Literario.
Por:
Paz
Domingo.
Javier Arroyo y
Noelia Jiménez no se han conformado con los tópicos que señalan a los toreros
como personajes de escasa sabiduría en letras. El fotógrafo y la periodista han
realizado sus averiguaciones; han sorprendido con esta propuesta sencilla; se
han planteado acercar las preferencias literarias de las consagradas figuras
del toreo de ayer y hoy; contarlas en los escenarios grandiosos de bibliotecas
y librerías; dotarlas de magia colorista con imágenes en blanco y negro;
recrear el acto intimista a través de los textos de los autores “que marcaron
sus vidas”; para luego exponerlas en la Sala Antoñete de la Plaza de Toros de
Las Ventas de Madrid. Un dato más que aportan los autores de esta original
muestra llamada Paseíllo literario:
“Por ser torero no eres ni más ni menos lector, pero sí te das cuenta que
tienen momentos de soledad que llenan con la lectura”.
La mayoría de los
consultados eligen clásicos de la literatura taurina. El libro Juan Belmonte, matador de toros,
de Chaves Nogales, es el más solicitado, por ejemplo, para El Fundi –fue el
primero que consiguió leer de un tirón-, Miguel Ángel Perera –por su
romanticismo- y Enrique Ponce –por la influencia en su vida-. Curro Vázquez
habla de ¿Qué es torear?
De Gregorio Corrochano –“en el cual se enseña perfectamente cómo debe hacerse
el toreo” y Uceda Leal escoge Paseíllo
por el planeta de los toros, de Antonio Díaz- Cañabate, “porque ese
mundo –de capeas y torerillos- es el que me hubiera gustado vivir”. Luego,
viajamos por muy diversas preferencias, El Viti evoca la impresión que le
produjo las lecturas de El
Quijote en el colegio; Joselito destaca Cien años de soledad, de García Márquez; El
Cid se inclina por El
secreto, de Rhoda Byrne; y Alejandro Talavante por Las cenizas de Ángela, de
Frank McCourt.
Miguel Ángel Perera en la Biblioteca del Museo Reina
Sofía. Fotografía de Javier Arroyo.
Con
seguridad no es (únicamente) una exposición fotográfica. Tiene su
intencionalidad. “Se trataba de coger al torero y emplazarlo en espacios que
ellos mismos pueden reconocerse”, aclara Javier Arroyo, porque se pretendía
proyectar la grandeza del ruedo, “del ritual en la plaza”, y compararlo con la
dimensionalidad que puede ofrecer un espacio como la Biblioteca de la
Universidad de Salamanca o una librería antigua. Pero, hay una segunda parte,
donde entra en juego la provocación. “¿Por
qué es importante la literatura para el toreo?”, preguntan los
autores de este certamen a los diestros -como si fuera fácil la respuesta-. Los
diestros contestan. “Porque demuestra que los grandes literatos se han
interesado por los toros” (Uceda Leal); “porque es importante describir los
grandes momentos para que perduren” (Talavante); “porque lo que quedan son las
palabras escritas” (Joselito); y “porque los libros te hacen más sensible y
mejor persona” (Juan Mora).
“En
esta época, ¿los toreros están fuera de la intelectualidad?” Noelia Jiménez lo
explica: “Hubo la época de la generación del 27, donde surgió la unión
intelectual de literatos y toreros alrededor de las tertulias que proliferaban.
Ahora, el vínculo se produce en otro sentido y, aunque no se trata de
generalizar, por esta profesión tienen acceso a contactos muy interesantes con
una gran serie de personalidades. Evidentemente, el resto –como cualquiera de
nosotros- no los tiene”.
Sebastian Castella, en la librería anticuaria, admira la palabra de Gabriel Garcia Marquez
Sebastian Castella, en la librería anticuaria, admira la palabra de Gabriel Garcia Marquez
Con
esta invitación, Arroyo y Jiménez insisten en el objetivo del proyecto: poner
en valor que la tauromaquia es cultura. “Es nuestra aportación a la fiesta,
nuestro granito de arena”. Las imágenes expuestas cuentas con textos de los
autores favoritos –o elegidos- por los diestros y con unos códigos clave (QR) que se pueden escanear
para enlazar directamente con los vídeos grabados a los personajes.
También, se pueden consultar en el soporte digital http://paseilloliterario.wordpress.com/
y visitar en Las Ventas, sala Antoñete, hasta el 17 de este mes de junio. El
número de toreros que participa en la muestra se irá ampliando y la exposición
viajará en breve a México y Francia. Por último, me queda reparar en la imagen
elegida para ser el emblema. En ella aparece el sillón de lectura de Antoñete,
su libro favorito y la lámpara de luz sobre una mesa baja de salón, en medio
del imponente círculo del ruedo madrileño. Es una evocación, pero ¿no lo es
también la literatura y el toreo?
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