domingo, abril 20, 2014

El encuentro entre Rincón y ‘Cantinflas’: Un mano a mano de maestros






El matador colombiano César Rincón y el actor mexicano Mario Moreno ‘Cantinflas’ tuvieron una velada inolvidable para ambos.

Hernando ‘Fito’ Hurtado. Especial para El País. Transcurrían los días de máxima gloria de César Rincón, recién en 1996 había salido a hombros cinco veces por la codiciada Puerta del Rey en Las Ventas de Madrid, y todo lo que hiciera, o le sucediera a Rincón era noticia.

Un diario mexicano, en destacada nota, con ribetes de amarillismo, daba cuenta de un robo que sufrió el torero en la habitación del hotel que ocupaba como cuartel transitorio para sus presentaciones en la Monumental de México. Se le perdieron dólares y joyas. Nunca se supo del ladrón.

Al otro día sudoroso y cansado pero feliz, Rincón se duchaba después de realizar dos soberbias faenas y se preparaba para asistir a una cena que le ofrecía el cantante Emanuel después de su éxito en la plaza. El sonido del agua con la que se daba el reconfortante baño, se confundía con el del timbre del teléfono que repicaba incesante sin que nadie contestara.

Por fin su mozo de espadas levantó la bocina y respondió la llamada. Al otro lado de la línea un hombre decía que necesitaba ‘platicar’ con el matador, de parte de don Mario Moreno Reyes, para invitarlo esa noche a él y a su cuadrilla a una cena en su honor.

Al principio no creyeron y pensaron que se trataba de una broma pero el apoderado de ese entonces de Rincón, Luis Álvarez, tomó el auricular, certificó que la llamada era auténtica y quien les hablaba a través del aparato era el secretario privado de nadie menos que el archifamoso ‘Cantinflas’.

Álvarez se encargó de aceptar la invitación, suministró el dato del número de comensales y recibió los detalles de la hora y sitio de reunión. Como se presentó ese hecho de fuerza mayor, lo primero que hicieron fue sacar del cartel a Emanuel con quien se disculparon por no cumplir con su cita.

De inmediato el nerviosismo se apoderó el grupo y también del propio Rincón quien no esperaba un encuentro de tal naturaleza. El picador Anderson Murillo, base de la cuadrilla, se frotaba las manos y se paseaba en un tramo de cuatro metros.

En tres autos marcharon durante cerca de 40 minutos para dirigirse a las afueras de México para estar a tiempo en el sitio acordado.

Finalmente llegaron a su destino: un departamento lujosa y primorosamente adornado, espacioso, regio, lleno de finos muebles, lámparas, tapetes y elegantes poltronas que ocuparon los visitantes. El majestuoso salón en el que estaban era dominado por un inmenso óleo de colores intensos en el que estaba ‘Cantinflas’ de cuerpo entero, con su gorro unicorne, el pucho a medio fumar, un trapo a manera de bufanda, los pantalones abajo de la cadera y los zapatos rotos.

Corridos 20 minutos apareció el anfitrión, quien bajó ceremoniosamente por unas gradas que servían de acceso a su oficina personal, sonriente e impecablemente vestido con un buso cuello de tortuga de tono pastel y un saco azul oscuro con botones dorados que le cerraba de forma cruzada.

En ese instante sólo se dirigió a Rincón y le dijo, al tiempo que le extendía la mano para saludarlo: “Maestro creo que ya estamos a mano”. El torero sorprendido por la frase le respondió con una pregunta: ¿a mano?. “Sí, porque a mi me robaron hace años en Bogotá y a ti te robaron ayer en México, de modo que quedamos a mano”, ripostó Moreno.

La aclaración de Cantinflas causó hilaridad entre todos y tras darse un abrazo disfrutaron de una velada maravillosa con la figura del celuloide. Causaba admiración entre los invitados estar con un hombre de esa talla, introvertido, reservado y que muy poco acostumbraba a tener visitantes en su casa para departir con ellos.

Rincón también se dirigió al oferente durante la conversación con el título de: Maestro. Lógicamente hablaron de toros y Moreno estaba interesado en hablar y ver de cerca a aquel que había sido capaz de cruzar varias veces a hombros la puerta de salida de la catedral del toreo: Las Ventas de Madrid.

‘Cantinflas’ además de actor cómico, era torero y esa disciplina la había ejercitado durante muchos años de su vida. Incluso tenía una ganadería de reses bravas que se corría con el nombre de Moreno Reyes hermanos. El dueño de casa los colmó de atenciones. Después de la cena se despidió cordialmente para retirarse a descansar, no sin antes advertirles que podían seguir la reunión.


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